La profunda crisis que afecta hoy principalmente a Europa, pero
también a Norteamérica y, en menor grado, a los países
emergentes, de haber ocurrido hace unos cincuenta años
hubiese sido descrita por los comunistas como los últimos
estertores del capitalismo. Y es que en aquella época el mundo
estaba dividido en dos grandes bloques ideológicos, pero uno de
ellos luego desapareció con la caída del Muro de Berlín.
Europa.
La profunda crisis que afecta hoy
principalmente a Europa, pero
también a Norteamérica y, en
menor grado, a los países
emergentes, de haber ocurrido
hace unos cincuenta años hubiese
sido descrita por los comunistas
como los últimos estertores del
capitalismo.
Y es que en aquella
época el mundo estaba dividido en
dos grandes bloques ideológicos,
pero uno de ellos luego
desapareció con la caída del Muro
de Berlín.
Pero aun dentro de los actuales
defensores del capitalismo y entre
las escuelas de pensamiento de
los economistas, el cómo
solucionar esta crisis arroja puntos
de vista muy disímiles, por lo que
se sugieren medidas a tomar muy
diferentes.
Con el advenimiento al poder de Reagan en Washington y la Thatcher en Inglaterra el mundo
anglosajón impuso las ideas de los “Chicago Boys”, los discípulos de Milton Friedman de la
Universidad de Chicago. En esencia creían que las fuerzas de mercado deberían de operar con total
libertad, el comercio mundial debería ser libre, los impuestos bajos y las regulaciones bancarias
mínimas.
Esa filosofía fue trasladada al tercer mundo, específicamente a América Latina, a través del
mal llamado “consenso de Washington”.
La eliminación de las trabas a las operaciones de los bancos norteamericanos para que pudiesen
operar también como bancos de inversión, con la derogación, en 1999, de una ley que había sido
pasada durante la gran depresión de los años treinta, fue responsable de la crisis bancaria del 2008.
La actitud del Banco Central de Estados Unidos, liderado por Greenspan, de reducir las regulaciones,
también refleja esa filosofía.
En Latinoamérica, Chile, bajo Pinochet, operó bajo la vigencia de esas
ideas.
La crisis bancaria norteamericana ha desprestigiado las ideas de Friedman. El inglés John Maynard
Keynes representa la otra gran fórmula sobre cómo enfrentar la situación. Sus ideas, expuestas
durante la gran depresión de los años treinta, abogaban por déficits fiscales, y los consecuentes
aumentos en los medios de pago, como fórmula para sacar al mundo de una recesión, a través de
una demanda inducida. Keynes, mi gran favorito cuando estudiaba en la universidad, fue perdiendo
popularidad hasta que en el 2008 sus ideas recobraron vigencia, cuando el Banco Central de Estados
Unidos imprimió billones de dólares “inorgánicos”, aumentando los medios de pago y el Banco
Central Europeo decidió adquirir pagarés de los gobiernos de la zona también creando “inorgánicos”.
El grupo de los veinte, compuesto por los ministros de hacienda de los principales países del mundo,
decidió proveer de recursos extraordinarios al
Fondo Monetario Mundial (FMI), al Banco Mundial y al
BID para que se prestaran a los países emergentes para así estimular la demanda.
Fue de esa forma que el tercer gobierno de Leonel Fernández recibió recursos extraordinarios del
FMI, el Banco Mundial y el BID, con un mínimo de condicionalidad, en contraste con las tradicionales
recetas de austeridad.
El FMI, sin embargo, planteó bien claro, y así aparece en las cartas de
intención firmadas por el equipo económico de Fernández, que esa etapa de recursos fáciles y de
poca condicionalidad tan sólo duraría hasta el 2010 y que a partir de esa fecha nuestro gobierno
tendría que lograr superávits presupuestales para ir reduciendo la deuda externa e interna. Pero el
gobierno no le hizo caso, incurriendo en déficits fiscales durante cinco años consecutivos. Como el
acuerdo convenientemente vencía tres meses antes de las elecciones, el “keynesianismo peledeísta”,
léase el ya tradicional desguañangue de la economía durante la campaña electoral, continuó hasta el
mismo 20 de mayo.
El debate entre friedmanistas y keynesianos ahora separa a los gobiernos europeos. España, Italia y
Grecia piden más keynesianismo y Alemania exige más monetarismo, más austeridad. Mientras tanto
allí las protestas en las calles se hacen cada día más grandes y ya han caído por lo menos tres
gobiernos.
Un debate profundo, muy serio y de grandes consecuencias está teniendo lugar hoy día pero en un
mundo ya sin ideologías políticas y con unas ciencias económicas cada día más desprestigiadas y
divididas. Ya los economistas sólo damos para escribir historias… patrias.
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