La mayor economía de América Latina se desacelera desde mediados del 2011 cuando una menor producción industrial y la crisis de deuda europea comenzaron a opacar lo que era considerado uno de los mercados emergentes más dinámicos del mundo. Rousseff, una experimentada economista, reaccionó con una serie de recortes tributarios específicos y varios paquetes de medidas para estimular el consumo y la inversión. Dilma Rousseff, presidenta de Brasil. Sin embargo, muchos líderes empresarios e inversores extranjeros creen que esas políticas han sido demasiado específicas y con alcance limitado. Existen proyecciones que auguran un crecimiento de apenas un 1,5 por ciento para el 2012.
Aunque el equipo económico de Rousseff mantiene públicamente la esperanza de una recuperación a fines del 2012, el ánimo en privado es más cauto porque los datos de manufacturas y ventas minoristas continúan sin reaccionar, dijeron las fuentes. "Existe la sensación de que no hay mucho más que hacer respecto al 2012", dijo una de las fuentes. "Ella está muy preocupada", agregó. El frenazo de la economía sorprende tras el crecimiento superior al 5 por ciento de los últimos años, incluyendo un salto del 7,5 por ciento en el 2010. Ya el año pasado la expansión fue del 2,7 por ciento y algunos temen que los cuellos de botella laborales y de infraestructura mantengan la expansión en torno a un 3 por ciento en los próximos años, a menos que sean tomadas medidas más drásticas.
La fuente dijo que Rousseff espera anunciar las nuevas medidas en agosto, cuando tendrá lugar en Brasilia una reunión bianual de 30 presidente ejecutivos de empresas, como un gesto hacia el sector privado. La medida que más podría entusiasmar a los inversores, por razones tanto prácticas como simbólicas, es una nueva ronda de concesiones de puertos.
Los aeropuertos y puertos marítimos son usualmente mencionados como uno de los más dañinos cuellos de botella para Brasil, porque afectan desde las exportaciones de materias primas hasta los viajes de negocios. En esos sectores la inversión pública no consiguió seguir el ritmo del boom económico de la última década. Poco después de asumir el poder en enero del 2011, Rousseff anunció que permitiría al capital privado operar parcialmente tres aeropuertos estratégicos: dos en Sao Paulo y el de Brasilia, la capital. Las concesiones fueron adjudicadas más temprano este año. Los funcionarios no quisieron decir qué otros aeropuertos podrían ser privatizados, pero una opción es la terminal de Río de Janeiro, que necesita ser urgentemente modernizada antes de la Copa Mundial del 2014 y los Juegos Olímpicos del 2016. El gobernador de Río de Janeiro, Sergio Cabral, describió el año pasado en una entrevista con Reuters el aeropuerto como una "estación de autobuses de tercera clase".
Una nueva ronda de concesiones no sólo ayudaría a aliviar la congestión en el mediano plazo, sino que sería interpretada como una señal de pragmatismo de Rousseff. Su Partido de los Trabajadores, que nació de los sindicatos, se ha opuesto tradicionalmente a privatizar activos estatales. Sin despidos, por ahora La desaceleración de Brasil es, por ahora, insignificante comparada con los problemas en Europa y Estados Unidos. Hubo pocos despidos masivos y el desempleo se mantiene en mínimos históricos de un 6 por ciento.
La popularidad de Rousseff está en su máximo, en parte porque muchos brasileños ven los problemas como apenas una pausa en el surgimiento de su país como una potencia económica. Pero los funcionarios en Brasilia son conscientes, sin embargo, de que la situación podría deteriorarse de forma significativa si los líderes de negocios llegan a la conclusión de que el enfriamiento es permanente. Recientes encuestas mostraron que el nivel de confianza de los ejecutivos industriales está en su nivel más bajo desde la crisis financiera global del 2009 y los resultados corporativos del segundo trimestre podrían ser los peores desde ese año. La desaceleración, sumada a los esfuerzos de Rousseff por limitar el aumento del gasto público, permitieron que la tasa de referencia de Brasil cayera hasta un 8 por ciento.
Aunque es todavía alta a nivel global, es un mínimo histórico en Brasil y los funcionarios esperan que eso estimule el consumo. Algunos empresarios han pedido a Rousseff que vaya más lejos, aprobando por ejemplo un paquete de reformas que reduzca o simplifique sustancialmente la carga tributaria en Brasil. Rousseff ha optado en cambio por reformas dirigidas con el objetivo de ayudar a sectores en aprietos, porque cree que el Congreso bloquearía una reforma más ambiciosa e integral. Impuestos y energía Reuters reportó en mayo que Rousseff reduciría algunos impuestos federales y que está negociando con los estados para asegurar un recorte del 10 por ciento en los costos de electricidad de Brasil, los terceros más altos del planeta. Las fuente dijeron que Rousseff considera ahora una reducción más pronunciada para la energía, de entre 15 y 20 por ciento para el usuario final, aunque podrían pasar años hasta que los consumidores sientan una reducción de ese tipo. Rousseff está también intentando consolidar dos impuestos federales conocidos como PIS y Confins, dijeron las fuentes.
Los dos impuestos, que expertos tributarios dicen que suelen duplicarse y son confusos de calcular, representan alrededor de una tercera parte de la recaudación tributaria federal de Brasil. Por su importancia para el presupuesto podría ser difícil realizar cambios en esos tributos sin perder ingresos, pero los funcionarios dicen que Rousseff está decidida a hacerlo. "Estamos entrando en una nueva era", dijo una de las fuentes. "Tenemos que dar ese salto de competitividad que Brasil necesita. Haremos los cambios estructurales para que la economía crezca con más fuerza en los próximos años". Fuente: Reuters
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