No se puede negar que las preferentes, ese producto que ha rivalizado en los últimos meses con la
prima de riesgo por ocupar la primera página de los diarios económicos, tiene sus virtudes, pero una
de ellas no es la elección del nombre. Y es que, desde aquellos caramelos con dosificador
incorporado en forma de cabeza de algún personaje de dibujos animados llamados "pez", que
disfrutábamos de niños y que ni tenían forma de pez ni sabían a pez ni nada tenían que ver con los
peces, no había oído ningún nombre que pudiera dar lugar, a quienes no sepan del tema, a una
interpretación tan alejada de la realidad que representa.
Las preferentes o participaciones preferentes son un tipo de instrumento que usan las entidades
financieras para conseguir dinero. Estas entidades utilizan distintos tipos de mecanismos para
financiarse desde los depósitos que los ciudadanos confiamos que nos custodien, hasta otros tipos
de deuda por los que pagan más o menos intereses. Simplificando, lo que conocemos como deuda
de un banco (o caja o cooperativa) es un "papelito" (el bono) que da el derecho a recibir unos
intereses periódicos y a recuperar ese importe invertido en el futuro.
Y a partir de estas reglas
generales nos toca leer la letra pequeña ya que existen especificidades muy concretas y diversas a
tener en cuenta (fechas de devolución, tipos de interés y hasta probabilidad de que no te devuelvan el
dinero invertido).
Uno de estos tipos de bonos es lo que conocemos como participación preferente que, a grandes
rasgos, se distingue de otros bonos en tres elementos básicos:
1. Son perpetuos, lo que no significa que sean bonos que los tengas que mantener en tu poder "para
siempre", sino que no hay una fecha fijada para recuperar el importe invertido;
2. Los intereses no se pagan si la entidad ha tenido pérdidas durante el año; y
3. Debido a que existen probabilidades de que no se paguen intereses en determinados momentos, y
que son a largo plazo, el tipo de interés que pagan es, en general, más alto que en otros bonos.
Hasta ahora no había habido problemas con el pago de las preferentes. Los bancos y cajas daban
beneficios, por lo que se cobraba sin problemas. Sin embargo, ahora algunas entidades ya no tienen
beneficios y no están obligadas a pagar los intereses. En esta situación, algunos inversores
intentaron recuperar el dinero que habían invertido en estos instrumentos, sin saber que las
preferentes no son depósitos sino bonos que se "deshacen" en mercado. En otras palabras, la
entidad que las vendió no tiene el deber de recomprarlas y devolver el dinero, sino que a través del
mercado secundario de estos productos (algo así como un eBay de bonos) hay que encontrar
comprador.
Como es de esperar, un bono que ha dejado de pagar intereses -o que se prevé que
pueda dejar de hacerlo-, vale bastante menos que el precio por el que se compró cuando todo iba
bien. Así que lo más probable es que el propietario sólo pueda encontrar comprador por un precio
mucho más bajo del que pagó, perdiendo parte del capital invertido.
Adicionalmente, debemos considerar que, en caso de que la entidad quiebre o sea liquidada, el
propietario de las preferentes es el último en cobrar, porque aunque su nombre sea "preferentes",
paradójicamente, el resto de acreedores tiene preferencia sobre él... ¿Todos? No, hay un grupo que
cobraría después: los accionistas. De ahí el nombre de este producto: acciones preferentes o
participaciones preferentes, porque tienen preferencia sobre los accionistas en caso de liquidación,
¡pero sólo sobre ellos!
Sin embargo, dicho lo anterior, tenemos que tener en cuenta que el tipo de interés que las entidades
pagan por las preferentes cuando las venden es más alto que el que se paga en ese momento por
otro tipo de deuda o depósitos ya que, precisamente, se compensa por esos riesgos de los que
hablamos.El hecho de no cobrar un año no debería ser motivo, por tanto, de preocupación de los propietarios de preferentes (burdo ejemplo: si el preferente cobra un 5% mientras que un bonista "normal" o un depositante sólo un 2,5%, el preferente podría no cobrar uno de cada dos años y aun así recibiría los mismos intereses que el que cobra 2,5% todos los años). Nadie da duros a cuatro pesetas. Si otorgan una rentabilidad más alta es porque tienen más riesgo. Las preferentes, por tanto, son un producto dirigido a clientes con preferencia por la rentabilidad frente a la seguridad en el cobro. Si se vendieron a clientes con un perfil mucho más conservador fue porque, o bien las entidades no supieron explicar el riesgo vinculado al producto, o bien los inversores lo infravaloraron. Espero que este post sirva para conocer mejor el funcionamiento de las preferentes. Lo que debemos tener siempre presente es que nadie da por cuatro pesetas lo que realmente vale un duro. Así que, siempre que nos ofrezcan un chollo de este tipo, leamos la letra pequeña, no vaya a ser que nuestras preferencias de compra cambien al leerla. Seguir a El HuffPost
No hay comentarios:
Publicar un comentario