viernes, 11 de enero de 2013

Utopías (el retorno del fantasma) - II

Repasando luego el siglo XIX europeo y más adelante la crisis occidental entre 1914 y 1945 y sus consecuencias vemos como una y otras vez el demonio burgués derrota a su enemigo mortal que renace más adelante para presentar nuevamente batalla. Desde las insurgencias obreras europeas hasta llegar a la derrota de la Comuna de París en la era del capitalismo industrial juvenil que ya asumía una dimensión imperialista planetaria hasta llegar a las revoluciones comunistas rusa y china concluyendo con la degeneración burocrática y la implosión de la primera y la mutación capitalista-salvaje de la segunda. En su prolongada historia la civilización burguesa fue pasando desde su infancia europea hasta su madurez en el siglo XX y finalmente a su vejez y su degradación senil desde fines del siglo XX hasta nuestros días. En la era de la decadencia del capitalismo va asomando nuevamente la figura de su enemigo, se trata de un nuevo fantasma heredero y al mismo tiempo superador de los anteriores. 
Una mirada pesimista nos señalaría que será nuevamente derrotado, si ello ocurre esta civilización planetaria se irá sumergiendo en niveles de barbarie nunca antes vistos ya que su capacidad (auto)destructiva supera a cualquier otra decadencia civilizacional. Ahora no está en juego la supervivencia de algunos millones de seres humanos sino de más de siete mil millones. Pero ese pesimismo se apoya en la historia de la modernidad pensada como una infinita repetición de escenarios donde cambian la dimensión, la complejidad tecnológica, los modelos de consumo, etc. pero queda intacta la dinámica amo-esclavo, el primero controlando los instrumentos que le permiten renovar su dominación y el segundo embarcado en batallas perdidas de antemano. 
De esa manera es ocultado el hecho de que la modernidad burguesa ha entrado en decadencia lo que abre la posibilidad del quiebre, del colapso de dicha dinámica perversa abriendo el horizonte de la victoria de los oprimidos. Ello no fue posible en la etapas de adolescencia, juventud o madurez del sistema pero si es posible ahora. Es la declinación de Occidente (entendido como civilización burguesa universal) lo que abre el espacio para el nuevo fantasma anticapitalista que necesita para imponerse irrumpir bajo la forma de una vasto, plural proceso de desoccidentalización, de critica radical a la modernidad imperialista, sus modelos de consumo y producción, de organización institucional, etc. Se trata entonces de la abolición del sistema en el sentido hegeliano del concepto: negar, destruir, anular las bases de la civilización declinante y al mismo tiempo recuperar positivamente en otro contexto cultural todo aquello que pueda ser utilizable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario