Otro fenómeno importante es el del bloqueo energético, el capitalismo industrial pudo despegar
hacia finales del siglo XVIII porque la Europa imperial agregó a la explotación colonial y a la
desestructuración de su universo rural (que le proporcionó mano de obra abundante y barata) un
proceso de emancipación productiva respecto de las limitadas y caras fuentes energéticas
convencionales como la corrientes de los ríos que permitían el funcionamiento de los molinos, la
madera de los bosques y la energía animal.
La solución fue el carbón mineral y en torno del mismo
la ampliación sin precedentes de la explotación minera, su polo dinámico fue el capitalismo inglés.
La depredación creciente de recursos naturales atravesó a todos los modelos tecnológicos del
capitalismo y si consideramos a la totalidad del ciclo industrial (entre fines del siglo XVIII y la
actualidad) podríamos referirnos al sistema tecnológico de la civilización burguesa basado en la
disociación cultural del hombre y la “naturaleza” asumiendo a esta última como universo hostil,
objeto de conquista y pillaje.
Al auge del carbón mineral del siglo XIX le sucedió el del petróleo en el siglo XX y hacia comienzos
del siglo XXI ha sido agotada aproximadamente la mitad de la reserva original de ese recurso. Eso
significa que ya nos encontramos en la zona calificada como cima o nivel máximo posible de
extracción petrolera a partir de la cual se extiende un inevitable descenso extractivo, desde
mediados de la década pasada ha dejado de crecer la extracción de petróleo crudo.
Suponiendo la existencia de reemplazos energéticos viables a gran escala y a largo plazo cuando
aceptamos las promesas tecnológicas del sistema (para un futuro incierto) y los los introducimos
en el mundo real con sus ritmos de reproducción económica concretos a mediano y corto plazo
nos encontramos ante un bloqueo energético insuperable. Si pensamos en lo que resta de la
década actual comprobaremos que no aparecen reemplazos energéticos capaces de compensar
la declinación petrolera.
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