El capitalismo como civilización ha ingresado en un período de declinación acelerada, una primera
aproximación al tema muestra que nos encontramos ante el fracaso de las tentativas de
superación financiera de la crisis que se desató en 2008 aunque una evaluación más profunda nos
llevaría a la conclusión de que el objetivo anunciado por los gobiernos de los países ricos (la
recomposición de la prosperidad económica) ocultaba el verdadero objetivo: impedir el derrumbe
de la actividad financiera que había sido la droga milagrosa de las economías centrales durante
varias décadas.
Desde ese punto de vista la estrategias aplicadas fueron exitosas, consiguieron
aplazar durante cerca de un lustro un desenlace que se acercaba velozmente cuando se desinfló
la burbuja inmobiliaria norteamericana.
Una visión más amplia nos estaría indicando que lo ocurrido en 2008 fue el resultado de un
proceso iniciado entre fines de los años 1960 y comienzos de los años 1970 cuando la mayor
crisis económica de la historia del capitalismo no siguió el camino clásico (tal como lo mostró el
siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX) con gigantescos derrumbes empresarios y una rápida
mega avalancha de desempleo en las potencias centrales, sino que fue controlada gracias a la
utilización de poderosos instrumentos de intervención estatal en combinación con reingenierías
tecnológicas y financieras de los grandes grupos económicos.
Esa respuesta no permitió superar las causas de la crisis, en realidad las potenció hasta niveles
nunca antes alcanzados desatando una ola planetaria de parasitismo y de saqueo de recursos
naturales que ha engendrado un estancamiento productivo global en torno del área imperial del
mundo imponiendo la contracción económica del sistema no como fenómeno pasajero sino como
tendencia de larga duración.
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