martes, 8 de enero de 2013

Tres enfoques convergentes - I

Es posible abordar la historia de la civilización burguesa, su gestación, ascenso y decadencia, desde tres visiones de largo plazo. La primera de ellas enfoca una trayectoria de aproximadamente 500 años. Arranca a entre fines del siglo XV y comienzos del siglo XVI europeo con la conquista de América y el pillaje de sus riquezas generando un derrame de oro y plata sobre las sociedades imperiales europeas. impulsando su expansión económica y transformación burguesa. Luego del primer atracón (siglo XVI) llegó el tiempo de la digestión y de la desestructuración de los bloqueos precapitalistas y de la emergencia de embriones sólidos del estado y de la ciencia modernos y de núcleos capitalistas emergentes, todo ello expresado como “larga crisis del siglo XVII”. 
Al comenzar el siglo XVIII esas sociedades ya estaban culturalmente preparadas para la gran aventura capitalista. Su despegue estuvo marcado por una crisis de mediana duración entre fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX marcada por la revolución industrial inglesa, la revolución francesa y las guerras napoleónicas. Fue atravesando todo el siglo XIX al ritmo de las expansiones coloniales y neocoloniales y las transformaciones industriales y políticas. En torno de 1900 el capitalismo, con centro en Occidente, había establecido su sistema imperial a nivel planetario. 
Hasta llegar a la primera guerra mundial que señala el fin de la juventud del sistema y el inicio de una nueva crisis de mediana duración entre 1914 y 1945, punto de inflexión entre la etapa juvenil ascendente y una era de turbulencias que empiezan a mostrar los límites históricos de un sistema que dispone de recursos (financieros, tecnológicos, naturales, demográficos, militares) como para prolongar su existencia en medio de amenazas como la aparición de la Unión Soviética, luego la revolución china, etc. Y después de una recomposición que trae la prosperidad a un capitalismo amputado, acosado (entre fines de 1940 y fines de los años 1960) el sistema ingresa en una crisis larga (que consigue atrapar a los grandes ensayos proto socialistas: la URSS y China) que se prolonga hasta el presente. 
Esta última etapa, que ya dura más de cuatro décadas se caracteriza por el descenso gradual zigzageante y persistente de las tasas globales de crecimiento económico sobredeterminado por la desaceleración de las economías imperialistas (en primer lugar los Estados Unidos) y por el incremento de las más diversas formas de parasitismo (principalmente el financiero)

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