miércoles, 2 de enero de 2013

Autodestrucción - IV

Presenciamos entonces una subestimación de apariencia voluntarista que oculta la devastadora radicalidad de la decadencia y en consecuencia la necesidad de la irrupción de un voluntarismo insurgente (anticapitalista) capaz de impedir que el derrumbe nos sepulte a todos. Dicho de otra manera no nos encontramos ante una “crisis cíclica” con alternativas de recomposición de una nueva prosperidad burguesa aunque sea elitista sino ante un proceso de degeneración sistémica total. La historia de las civilizaciones nos recuerda numerosos casos (empezando por el del Imperio Romano) donde la hegemonía civilizacional que conseguía reproducirse en medio de la decadencia anulaba las tentativas superadoras engendrando descomposiciones que incluían a víctimas y a verdugos. La contrarrevolución ideológica que dominó la post guerra fría acunó a una suerte de marxismo conservador que caricaturizó la teoría de la crisis de Marx reduciéndola a una sucesión infinita de “crisis cíclicas” de las que el capitalismo conseguía siempre salir gracias a la explotación de los trabajadores y de la periferia, el ogro era denunciado quedando demostrado una vez más quien era el villano del film. 
Pero la historia no se repite, ninguna crisis cíclica mundial se parece otra y todas ellas para ser realmente entendidas deben ser incluidas en el recorrido temporal del capitalismo, en su gran y único súper ciclo, es lo que nos permite por ejemplo distinguir a las crisis cíclicas de crecimiento, juveniles del siglo XIX de las crisis seniles de finales del siglo XX y del siglo XXI. Por otra parte es necesario descartar la idea superficial de que la autodestrucción del sistema equivale al suicidio histórico aislado de las élites globales liberando automáticamente de sus cadenas al resto del mundo que un buen día descubre que el amo ha muerto y entonces da rienda suelta a su creatividad. Es el mundo burgués en su totalidad el que ha iniciado su autodestrucción y no solo sus élites, es toda una civilización con sus jerarquías y mecanismos de reproducción simbólica, productiva, etc. que llega a su techo histórico y comienza a contraerse, a desordenarse pretendiendo arrastrar a todos sus integrantes, centro y periferia, privilegiados y marginales, opresores y oprimidos... el naufragio incluye a todos los pasajeros del barco.

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