Presenciamos entonces una subestimación de apariencia voluntarista que oculta la devastadora
radicalidad de la decadencia y en consecuencia la necesidad de la irrupción de un voluntarismo
insurgente (anticapitalista) capaz de impedir que el derrumbe nos sepulte a todos. Dicho de otra
manera no nos encontramos ante una “crisis cíclica” con alternativas de recomposición de una
nueva prosperidad burguesa aunque sea elitista sino ante un proceso de degeneración sistémica
total.
La historia de las civilizaciones nos recuerda numerosos casos (empezando por el del Imperio
Romano) donde la hegemonía civilizacional que conseguía reproducirse en medio de la
decadencia anulaba las tentativas superadoras engendrando descomposiciones que incluían a
víctimas y a verdugos.
La contrarrevolución ideológica que dominó la post guerra fría acunó a una suerte de marxismo
conservador que caricaturizó la teoría de la crisis de Marx reduciéndola a una sucesión infinita de
“crisis cíclicas” de las que el capitalismo conseguía siempre salir gracias a la explotación de los
trabajadores y de la periferia, el ogro era denunciado quedando demostrado una vez más quien
era el villano del film.
Pero la historia no se repite, ninguna crisis cíclica mundial se parece otra y todas ellas para ser
realmente entendidas deben ser incluidas en el recorrido temporal del capitalismo, en su gran y
único súper ciclo, es lo que nos permite por ejemplo distinguir a las crisis cíclicas de crecimiento,
juveniles del siglo XIX de las crisis seniles de finales del siglo XX y del siglo XXI.
Por otra parte es necesario descartar la idea superficial de que la autodestrucción del sistema
equivale al suicidio histórico aislado de las élites globales liberando automáticamente de sus
cadenas al resto del mundo que un buen día descubre que el amo ha muerto y entonces da rienda
suelta a su creatividad. Es el mundo burgués en su totalidad el que ha iniciado su autodestrucción
y no solo sus élites, es toda una civilización con sus jerarquías y mecanismos de reproducción
simbólica, productiva, etc. que llega a su techo histórico y comienza a contraerse, a desordenarse
pretendiendo arrastrar a todos sus integrantes, centro y periferia, privilegiados y marginales,
opresores y oprimidos... el naufragio incluye a todos los pasajeros del barco.
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