El colonialismo-imperialismo y el estado moderno han sido en términos históricos pilares
esenciales de la construcción de la civilización burguesa. Sobre los antecedentes coloniales del
capitalismo no hay mucho más que agregar. Respecto de la relación estado-burguesía es evidente
sobre todo a partir del siglo XVI en Europa la estrecha interacción entre ambos fenómenos, no es
posible entender el ascenso del estado moderno sin el respaldo financiero y de toda la articulación
social emergente de la naciente burguesía cuyo nacimiento y consolidación hubieran sido
imposibles sin el aparato de coerción y el espacio de negocios ofrecido por las monarquías
militaristas.
Y tambié es necesario tomar en cuenta el mutuo respaldo legitimador, cultural, social
que permitió a ambos crecer, transformarse hasta llegar a la instauración del capitalismo industrial
y su contraparte estatal, la historia de la modernidad nos sugiere tratarlos como partes de un
único sistema (heterogéneo) de poder.
Hacia el final, en la fase descendente del capitalismo sesgada por la financiaización integral de la
economía, el Estado (en primer lugar los estados de las grandes potencias) también se
financiariza, se va convirtiendo en una estructura parasitaria (un componente de las redes
parasitarias), entra en decadencia.
La convergencia de numerosas “crisis” mundiales puede indicar la existencia de una perturbación
grave pero no necesariamente el despliegue de un proceso de decadencia general del sistema.
La
decadencia aparece como la última etapa de un largo súper ciclo histórico, su fase declinante, su
envejecimiento irreversible (su senilidad). Extremando los reduccionismos tan practicados por las
“ciencias sociales” podríamos hablar de “ciclos” parciales: energético, alimentario, militar, financiero,
productivo, estatal y otros, y así describir en cada caso trayectorias que despegan en Occidente
entre fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX con raíces anteriores e involucrando espacios
geográficos crecientes hasta asumir finalmente una dimensión planetaria para luego declinar cada
uno de ellos. La coincidencia histórica de todas esas declinaciones y la fácil detección de densas
interrelaciones entre todos esos “ciclos” nos sugieren la existencia de un único súper ciclo que los
incluye a todos.
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