El progreso técnico integra así el proceso de autodestrucción general del capitalismo (es su
columna vertebral) en la ruta hacia un horizonte de barbarie. No se trata de la incapacidad del
actual sistema tecnológico para seguir desarrollando fuerzas productivas sino de su alta
capacidad en tanto instrumento de destrucción neta de fuerzas productivas. Se confirma así el
sombrío pronóstico formulado por Marx y Engels en pleno auge juvenil del capitalismo: “Dado un
cierto nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, aparecen fuerzas de producción y de medios
de comunicación tales que, en las condiciones existentes solo provocan catástrofes, ya no son más
fuerzas de producción sino de destrucción” (9).
En fin, el ciclo histórico iniciado hacia fines del siglo XVIII contó con dos grandes articuladores hoy
declinantes: la dominación imperialista anglo-norteamericano (etapa inglesa en el siglo XIX y
norteamericana en el siglo XX) y el ciclo del estado burgués desde su etapa “liberal industrial” en el
siglo XIX, pasando por su etapa intervencionista productiva (keynesiana clásica) en buena parte
del siglo XX para llegar a su degradación “neoliberal” a partir de los años 1970-1980.
Capitalismo mundial, imperialismo y predominio anglo-norteamericano constituyen un solo
fenómeno, una primera conclusión es que la articulación sistémica del capitalismo aparece
históricamente indisociable del articulador imperial (historia imperialista del capitalismo). Una
segunda conclusión es que al ser cada vez más evidente que en el futuro previsible no aparece
ningún nuevo articulador imperial ascendente a escala global entonces desaparece del futuro una
pieza decisiva de la reproducción capitalista global a menos que supongamos el surgimiento de
una suerte de mano invisible universal (y burguesa) capaz de imponer el orden (monetario,
comercial, político-militar, etc.). En ese caso estaríamos extrapolando al nivel de la humanidad
futura la referencia a la mano invisible (realmente inexistente) del mercado capitalista pregonada
por la teoría económica liberal.
La declinación imperial de Occidente incluye la de su soporte estatal abarcando una primera etapa
(neoliberalismo) marcada por el endeudamiento público, el sometimiento del estado a los grupos
financieros, la concentración de ingresos, la elitización y pérdida de representatividad de los
sistemas políticos y una segunda etapa de saturación del endeudamiento público, enfriamiento
económico y crisis de legitimidad del estado.
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