Se trata de un complejo proceso de decadencia, basta con repasar datos tales como el del
volumen de la masa financiera equivalente a veinte veces el Producto Bruto Mundial y su pilar
principal: el súper endeudamiento público-privado en los países ricos que bloquea la expansión del
consumo y la inversión, el de la declinación de los recursos energéticos tradicionales (sin
reemplazo decisivo cercano) o el de la destrucción ambiental. Y también el de la transformación de
las élites capitalistas en un entramado de redes mafiosas que marca con su sello a las estructuras
de agresión militar convirtiéndolas en una combinación de instrumentos formales (convencionales)
e informales donde estos últimos van predominando a través de una inédita articulación de
bandas de mercenarios y manipulaciones mediáticas de alcance global, “bombardeos
humanitarios” y otras acciones inscriptas en estrategias de desestabilización integral apuntando
hacia la desestructuración de vastas zonas periféricas. Afganistán, Irak, Libia, Siria... México ilustran
acerca del futuro burgués de las naciones pobres.
El área imperial del sistema se degrada y al mismo tiempo intenta degradar, caotizar al resto del
mundo cuando pretende controlarlo, superexplotarlo. Es la lógica de la muerte convertida en
pulsión central del capitalismo devenido senil y extendiendo su manto tanático (su cultura final)
que es en última instancia autodestrucción aunque pretende ser una constelación de estrategias
de supervivencia.
Cada paso de las potencias centrales hacia la superación de su crisis es en realidad un nuevo
empujón hacia el abismo. Los subsidios otorgados a los grupos financieros abultaron las deudas
públicas sin lograr la recomposición durable de la economía y cuando luego tratan de frenar dicho
endeudamiento restringiendo gastos estatales al tiempo que aplastan salarios con el fin de
mejorar las ganancias empresarias agravan el estancamiento convirtiéndolo en recesión,
deterioran las fuentes de los recursos fiscales y eternizan el peso de las deudas. Frente al
desastre impulsado por las mafias financieras se alza un coro variopinto de neoliberales
moderados, semi keynesianos, regulacionistas y otros grupos que exigen suavizar los ajustes y
alentar la inversión y el consumo... es decir seguir inflando las deudas públicas y privadas... hasta
que se recomponga un supuesto circulo virtuoso del crecimiento (y del endeudamiento) encargado
de pagar las deudas y restablecer la prosperidad... a lo que los tecnócratas duros (sobre todo en
Europa) responden que los estados, las empresas y los consumidores están saturados de deudas
y que el viejo camino de la exuberancia monetaria-consumista ha dejado de ser transitable. Ambos
bandos tienen razón porque ni los ajustes ni los repartos de fondos son viables a mediano plazo,
en realidad el sistema es inviable.
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