La época del
keynesiamismo militar como eficaz estrategia anti-crisis pertenece al pasado.
Presenciamos actualmente en Estados Unidos la integración de negocios entre la esfera
industrial-militar, las redes financieras, las grandes empresas energéticas, las camarillas mafiosas,
las “empresas” de seguridad y otras actividades muy dinámicas conformando el espacio dominante
del sistema de poder imperial. La historia de las decadencias de civilizaciones, por ejemplo la del
Imperio Romano muestran que ya comenzada la declinación general y durante un largo período
posterior la estructura militar se sigue expandiendo sosteniendo tentativas desesperas e inútiles
de preservación del sistema.
En consecuencia la decadencia general y la exacerbación de la agresividad militarista del Imperio
podrían llegar a ser perfectamente compatibles, de allí se deriva la conclusión de que al escenario
previsible de desintegración mas o menos caótica de la superpotencia deberíamos agregar otro
escenario no menos previsible de declinación sanguinaria, guerrerista.
Tampoco la crisis energética en torno de la llegada del “Peak Oil” debería ser restringida a la
historia de las últimas décadas, es necesario entenderla como fase declinante del largo ciclo de la
explotación moderna de los recursos naturales no renovables. Ese ciclo energético bisecular
condicionó todo el desarrollo tecnológico del sistema y expresó, fue la vanguardia de la dinámica
depredadora del capitalismo extendida al conjunto de recursos naturales y del ecosistema en
general.
Lo que durante casi dos siglos fue considerado como una de las grandes proezas de la civilización
burguesa, su aventura industrial y tecnológica, aparece ahora como la madre de todos los
desastres, como una expansión depredadora que pone en peligro la supervivencia de la especie
humana.
En síntesis, el desarrollo de la civilización burguesa durante los dos últimos siglos (con raíces en
un pasado occidental mucho más prolongado) ha terminado por engendrar un proceso irreversible
de decadencia, la depredación ambiental y la expansión parasitaria están en la base del fenómeno.
Existe una interrelación dialéctica perversa entre la expansión de la masa global de ganancias, su
velocidad creciente, la multiplicación de las estructuras burocráticas civiles y militares de control
social, la concentración mundial de ingresos, el ascenso de la marea parasitaria y la depredación
del ecosistema.
Las revoluciones tecnológicas del capitalismo han sido en apariencia sus tablas de salvación, así
fue durante mucho tiempo incrementando la productividad industrial y agraria, mejorando las
comunicaciones y los transportes, pero en el largo plazo histórico, en el balance de varios siglos
constituyen su trampa mortal, han terminado por degradar el desarrollo que han impulsado al estar
estructuralmente basadas en la depredación ambiental, al generar un crecimiento exponencial de
masas humanas súper explotadas y marginadas.
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