viernes, 11 de enero de 2013

Utopías (el retorno del fantasma) - I

Aquí aparece el postcapitalismo como necesidad y posibilidad histórica concreta, como utopía radical que hunde sus raíces en el pasado revolucionario de los siglos XIX y XX y mucho más allá en las culturas comunitarias precapitalistas de Asia, Africa, América Latina y de la Europa anterior a la modernidad. No se trata de una etapa inevitable (une suerte de “resultado inexorable” de la declinación del sistema decidido por alguna “ley de la historia”) sino del resultado posible, viable del desarrollo de la voluntad de las mayorías oprimidas. Ya en la génesis del sistema existía su enemigo absoluto, negando, rechazando su expansión opresora. 
En Europa en torno del siglo XVI emergían los despliegues coloniales, la industria de guerra bajo moldes pos artesanales, las primeras formas estatales modernas, los capitalistas comerciales y financieros asociados a las aventuras militares de las monarquías. 
Y la superexplotación de los campesinos, la destrucción de sus culturas, de sus sistemas comunitarios generando rebeliones como la que encabezó el comunista cristiano Tomas Müntzer en el corazón de Europa bajo la consigna “Omnia sunt communia” (todo es de todos, todas las cosas nos son comunes). El amanecer de la modernidad burguesa fue también el de su negación absoluta, ambos bandos aportaban nuevas culturas pero al mismo tiempo heredaban viejas culturas de opresión y emancipación. 
La alianza de banqueros, terratenientes y príncipes que derrotaron a los campesinos en la batalla de Frankenhausen (mayo de 1525) y asesinó a Müntzer unía sus nuevos apetitos burgueses con los viejos privilegios feudales mientras los campesinos rebeldes reinterpretaban los evangelios de manera comunista y asumían la herencia de libertad comunitaria del pasado, incluidas valiosas tradiciones precristianas. 
La construcción de alternativas innovadoras (de opresión y de emancipación) hundía sus raíces en el pasado.

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