Las agresiones imperiales cuando consiguen derrotar a sus “enemigos” no logran instalar sistemas
coloniales o semi coloniales estables como en el pasado sino que engendran espacios caóticos.
Es así porque la economía mundial en declive no permite integrar a las nuevas zonas periféricas
sometidas, los espacios conquistados no son absorbidos por negocios productivos o comerciales
medianamente estables de la metrópolis sino saqueados por grupos mafiosos y a veces
simplemente empujados hacia la descomposición. Mientras tanto los gastos militares y
paramilitares de los Estados Unidos, el centro hegemónico del capitalismo, incrementan su déficit
fiscal y sus deudas.
Queda así al descubierto un aspecto esencial del imperialismo del siglo XXI mutando hacia una
dinámica de desintegración general de alcance planetario. Esto es advertido no solo por algunos
partidarios del anticapitalismo sino desde hace un cierto tiempo por un número creciente de
“prestigiosos” (mediáticos) defensores del sistema como el gurú financiero Nuriel Roubini cuando
proclamaba hacia mediados de 2011 que el capitalismo había ingresado en un período de
autodestrucción (3).
Es un lugar común la afirmación de que el capitalismo no se derrumbará por si solo sino que es
necesario derribarlo, por consiguiente quienes señalan la tendencia hacia la autodestrucción del
sistema son acusados de ignorar sus fortalezas y sobre todo de fomentar la pasividad o las
ilusiones acerca de posibles “victorias fáciles” que desarman, distraen a los que luchan por un
mundo mejor.
En realidad, ignorar o subestimar el carácter autodestructivo del capitalismo global del siglo XXI
significa desconocer o subestimar fenómenos que sobredeterminan su funcionamiento como la
hegemonía del parasitismo financiero, la catástrofe ecológica en curso, la declinación de los
recursos naturales especialmente los energéticos catalizada por la dinámica tecnológica
dominante, la incapacidad de la economía mundial para seguir creciendo lo que la lleva a acelerar la
concentración de riquezas y la marginación de miles de millones de seres humanos que “están de
más” desde el punto de vista de la reproducción del sistema. En suma el ingreso a una era marcada
por la reproducción ampliada negativa de las fuerzas productivas de la civilización burguesa
amenazando a largo plazo la supervivencia de la mayor parte de la especie humana.
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