También en estos años se acentúa la incertidumbre en los mercados
financieros, estimulada por la alta volatilidad de los tipos de cambio,
las tasas de interés y los niveles de liquidez.
A diferencia de lo que ocurre en los países industrializados, en América
Latina los depositantes se muestran más inclinados a retirar sus
recursos del sistema bancario, cuando se ve afectada adversamente la
capacidad de los prestatarios para pagar. Por ello, la fragilidad de los
sistemas bancarios también se refleja en el elevado costo asociado con
la reestructuración de los sistemas después de una crisis (Rojas y
Weidsbrod, 1997, pp.10-11).
El costo fiscal de los rescates bancarios que siguen a las crisis, ha sido
altísimo. En Colombia representó de 5 a 6 por ciento del producto
interno bruto (PIB), en Japón 3%, en España de 15 a 17 % y en
México entre 12 y 15 por ciento del PIB.11 Los costos de una crisis
financiera son amplios, al costo fiscal y cuasi-fiscal de la
reestructuración del sector financiero se agregan el efecto de ésta en el
nivel de la actividad económica y la incapacidad de los mercados
financieros de funcionar eficientemente.
El problema de selección adversa ocurre cuando existe información
asimétrica o incompleta, y los bancos otorgan créditos que en el futuro
no pueden recuperar debido a que no seleccionaron adecuadamente a
sus clientes; el riesgo moral aparece cuando el préstamo otorgado por
un banco es utilizado por el prestatario en algo más riesgoso que lo
planteado al solicitar el crédito.
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