Turquía
La crisis financiera en Turquía (2001) y la fuerte devaluación que
sufrió su moneda se asemeja a lo ocurrido en muchas naciones que
inexplicablemente vuelven a caer en los mismos errores, exponiéndose
a nuevas crisis. Lo que sucedió en Turquía parecía increíble en vista de
que esa nación siempre se ha asimilado a Europa (a pesar de estar en Asia), es miembro de la Organización del Tratado del Atlántico del
Norte (OTAN) y de la Organización de Cooperación y Desarrollo
Económicos (OCDE) y aspira a ingresar a la Unión Europea. Por todo
ello algunos consideraban que su economía era sólida.
Turquía tiene una economía diversificada, basada en la producción de
textiles, siderurgia, maquinaria eléctrica y equipos electrónicos; sin
embargo, su escasez de recursos energéticos le ocasiona problemas
económicos, pues la factura petrolera es muy alta y la triplicación de
los precios del crudo a fines de los años 90 empeoró su situación. Su
ingreso per cápita ronda los 3000 dólares anuales, por lo que se le
considera un país tercermundista, sobretodo debido a su excesiva
población, en una geografía accidentada, árida y azotada por frecuentes
terremotos.
Los partidos islámicos, tienen mucha afinidad con el iraní, lo cual ha
alimentado algunas facciones extremistas e incluso el terrorismo
urbano.
La minoría kurda en el este también añade un elemento de
violencia por su actitud desafiante e intenciones secesionistas. Sin
embargo, Turquía apoyó a la coalición en la guerra del Golfo, así como
–por conveniencia económica- a EUA y al Reino Unido en la
imposición de las zonas de exclusión aérea en Iraq, a pesar de que el
gobierno iraquí también combate a la minoría kurda alojada en el norte
por ser un foco constante de rebelión.
Estos problemas políticos, junto
con las extendidas prácticas de corrupción administrativa y la rivalidad
entre facciones en altas esferas del gobierno y el parlamento, no podían
sino precipitar la crisis en 2001, que es típica de los países
tercermundistas que no han logrado la estabilidad política y no quieren
acogerse a la disciplina fiscal que exigen los organismos multilaterales
para frenar el deterioro económico y el caos financiero.
En efecto, desde 1999 Turquía estuvo tratando de adaptarse a la receta
usual del FMI para tener acceso a sus créditos y así apuntalar su débil economía, marcada por una inflación cercana al 100% anual. En
diciembre de ese año Turquía recibió un préstamo de 4 mil millones de
dólares del FMI con el fin de reducir la inflación; este programa
permite a la lira turca depreciarse lentamente frente a una canasta de
euro-dólares.
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