El carismático político nació hace 52 en Kent, un condado del sureste de Reino Unido. Creció en el seno de una familia acomodada, aunque con un padre ausente que se marchó cuando solo tenía cinco años. Estudió en un colegio privado en el que se aficionó al cricket, al rugby y, como era de esperar, a los debates políticos.
Directo y pragmático, decidió no ir a la Universidad y hacer carrera en el mercado financiero. Algo que no le impidió avanzar en el mundo de la política. A pesar de su rabioso antieuropeismo, es diputado al Parlamento Europeo desde 1999, integrándose su partido dentro de la formación «Europa de la Libertad y la Democracia», un movimiento que aúna a varios grupos de ultraderecha y antieuropeistas. Sin embargo, eso no le impidió hacerse con las simpatías y el reconocimiento del sector de la opinión publica cuya ideología era opuesta a la suya.
Farage, enemigo de lo políticamente correcto, no tiene problema en reconocer que le encanta beber y fumar «porque sólo se vive una vez». Tampoco le importa dar a conocer sus políticas antiinmigración, que muchos califican de xenófobas y populistas, pero que ahora han logrado convencer al 52 % de la población británica.
Rivales políticos como Johnson los han llegado a definir como «un tipo divertido, a quien le disgusta la pomposidad y las actitudes políticamente correctas; es contrario a las regulaciones absurdas de la Unión Europea».
Su carácter fuerte y la seguridad con la que habla pueden deberse a que ha salvado la vida en tres ocasiones: sufrió un accidente de tráfico, venció al cáncer y consiguió sobrevivir después de que la avioneta en la que viajaba se estrellase.
Ahora, crecido ante la victoria que ha experimentado el Brexit, no duda en aparecer ante los medios mostrando su alegría y haciendo declaraciones como que «David Cameron debería dimitir» o que «el Brexit ha ganado sin disparar una sola bala».
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