viernes, 24 de junio de 2016

David Cameron anuncia su dimisión en octubre

David Cameron, de 49 años, que hace solo un año era el político que resplandecía bajo una inesperada mayoría absoluta, quiso jugar con fuego con un referéndum dificilísimo sobre la UE y se ha quemado. La consecuencia acaba de llegar: a las ocho y 20 de la mañana inglesa ha anunciado que se va, «en la convención del Partido Conservador en octubre habrá un nuevo líder, porque el pueblo británico ha hablado y se necesita un nuevo liderazgo».

El primer ministro no activará el artículo 50 del Tratado de Lisboa para iniciar la desconexión de su país de la UE, ha dicho que prefiere que eso lo haga ya su sucesor, que deberá gestionar el Brexit y sus consecuencias. Nadie duda que el nuevo líder tory será Boris Johnson, que buscaba la silla de Cameron poniéndose al frente de Leave y se ha salido con la suya.

Cameron compareció en un atril ante la puerta del Número 10. Pero esta vez había algo inhabitual en su puesta en escena, a su lado estaba su mujer Samantha. No parecía un discurso normal, y no fue. Era el de su adiós.
Comenzó su alocución ensalzando el «gran ejercicio democrático del pueblo británico», hizo un elogio de la democracia de su país y felicitó con deportividad a la campaña de Leave.

Acto seguido remarcó: «Los británicos han elegido y su decisión debe ser respetada. Sus instrucciones deben desarrollarse». Recordó que él defendió en la campaña, «con todo mi corazón y alma”, la permanencia en la UE, «una Gran Bretaña más mejor, más fuerte y más segura en Europa», como dijo repitiendo el lema de su campaña. Pero explicó que mantenerse en el poder sería contrario a la voluntad que han expresado el pueblo en las urnas.

«Haré todo lo que esté en mi mano como primer ministro para llevar el barco en las semanas y meses que vienen. Pero no creo que sea correcto que trate de ser el capitán que lleve a nuestro país a su próximo destino». Concluyó su alocución con un sentido «quiero a mi país y estoy orgulloso de haberlo servido». Las lágrimas asomaron entonces a su rostro y de inmediato se retiró cogido de la mano de su esposa Samantha.

Consciente del problema constitucional y la amenaza para la unidad del país que supone que Escocia e Irlanda del Norte hayan votado por la permanencia, Cameron dijo que sus gobernantes serán incluidos en el equipo que negociará el Brexit. También hizo declaraciones sobre la «fortaleza económica del Reino Unido», para lanzar un guiño de tranquilidad a los mercados (el Ibex ha firmado la mayor caída de su historia ya, 15%, y el FTSE 100 londinense abrió con bajada de un 8,5, mientras la libra se devalúa hasta caer al nivel de hace 31 años).

Cameron resaltó que ningún ciudadanos comunitario que viva en el Reino Unido sufrirá cambios en su vida y que podrán seguir aquí, al igual que los británicos que viven fuera (1,5 millones, muchos de ellos en España), porque el proceso de separación será lento.

Con mucha presión y bastante suerte, Camerón sorteó su primera partida a la ruleta rusa, el referéndum de Escocia, pero ha perdido la segunda. Nada se presta tanto a la infección populista como una pregunta a cara o cruz. La apelación nacionalista de Boris Johnson ha derrotado a su discurso tecnocrático del medio económico. Boris, que nunca aceptó del todo que Cameron fuese primer ministro, pues lo considera mucho menos inteligente que él, parece cercano a su meta.

Durante la alocución del primer ministro en retirada se escuchaban en la calle cerrada de Downing Street voces desde el otro lado de la verja jaleando la victoria del Leave. La mañana más amarga de la vida de Cameron desde la muerte de su hijo Iván hace seis años, que había nacido con una epilepsia profunda y fue la tragedia de su juventud

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