Tras el recuento de los votos del referéndum del jueves en 304 de las 382 circunscripciones del país, la opción del Brexit lideraba con un 52%, frente al 48% de partidarios de quedarse.
Nunca en la historia de la UE un país ha votado para abandonar ese proyecto que nació en los años 1950.
A pocas horas de la apertura de las bolsas europeas, la de Tokio se hundía un 8% y la libra cayó hasta los 1,33 dólares, su nivel más bajo en más de tres décadas.
Todos los ojos están puestos ahora en el primer ministro David Cameron, cuyo fracaso podría llevarlo a dimitir y provocar unas nuevas elecciones.
Cameron apostó personalmente por la organización del referéndum para zanjar las divisiones que la UE creaba en su Partido Conservador, pese a estar a favor de seguir en el bloque.
Un grupo de 86 diputados euroescépticos, entre ellos Boris Johnson, uno de los líderes de la campaña anti-UE, pidieron en una carta pública a Cameron que no abandone el cargo.
El líder antieuropeísta británico Nigel Farage había anticipado el resultado a mediados de la noche al declarar ante la prensa que vislumbraba la llegada de "un Reino Unido independiente".
Al gobierno británico se le abren ahora tres frentes: uno con sus socios europeos, con los que tendrá que negociar los términos de la salida del bloque, otro con Escocia, cuyos independentistas podrían reclamar otro referéndum de independencia para poder seguir en la UE, y en Irlanda del Norte, donde la restauración de las fronteras con el vecino europeo, Irlanda, podría amenazar el proceso de paz.
El país comenzará ahora complicadas negociaciones con la UE, que podrían extenderse dos años como máximo, y en las que se decidirían las condiciones de acceso de Londres al mercado único.
Un país dividido en dos
Escocia, las grandes ciudades, los pequeños territorios como Gibraltar o las islas convertidas hace décadas en paraísos fiscales dieron una clara tendencia favorable a la permanencia, incluso con dígitos más elevados de lo que se esperaba.
Pero lo mismo sucedía con regiones enteras del centro y el sur de Inglaterra, que arrojaban resultados rotundamente antieuropeístas, y sobre todo, superiores en movilización.
Londres votó por Europa, y lo mismo sucedió con la escocesa Glasgow, con Aberdeen o Liverpool. Pero el puerto de Dover, ciudades de raigambre obrera como Blackpool, localidades históricas como Hastings, votaron en contra.
Frente a los territorios que se han beneficiado de décadas de apertura al mundo, localidades del interior del país y puertos pesqueros daban un rotundo 'no' al statu quo y apostaban por romper los vínculos de más de 40 años con la UE.
Fue también un nuevo y estrepitoso fracaso para las firmas de sondeos. Al arrancar la noche dos empresas, YouGov e Ipsos-Mori, daban una ventaja al campo europeísta, de 52%-48% y de 54%-46% respectivamente, que luego se invirtieron.
Farage, el ganador de la noche
"Al parecer el voto para quedarse [en la UE] ganará" había concedido inicialmente Farage, líder del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP).
Aun así, "el genio euroescéptico salió de la lámpara, y ahora ya nadie podrá volverlo a meter", afirmó con aire retador Farage, que sin apenas presencia en el Parlamento influyó en los comicios como ninguno de los grandes partidos tradicionales.
Del lado gubernamental el silencio era total.
La jornada del referéndum fue caótica, con lluvias e inundaciones en el sur del país. Pero la participación fue del 72%, signo de una movilización sin precedentes, siete puntos por encima de las últimas elecciones generales.
"Todos los partidos estaban por la permanencia. Pero millones de sus partidarios no lo están, y eso va a tener consecuencias", advirtió un político de extrema izquierda, el veterano George Galloway.
"Se siente algo en la atmósfera, está claro. Y por encima de todo, no tenemos nada que perder", declaró en Manchester a la AFP Luke Thompson, 22 años, partidario del Brexit.
Inmigración, economía, soberanía, independencia o interdependencia... Todos los temas salieron a debate y suscitaron pasión y agrias disputas.
Lesley Syer, una jubilada de 74 años, se quejaba amargamente de los inmigrantes -unos 3 millones de la UE- antes de votar en Biggin Hill, en las afueras de Londres. "No soy racista, pero esta isla es pequeña y nunca nadie lo dice. ¿Dónde vamos a meter a toda esta gente?", dijo a la AFP.
No hay comentarios:
Publicar un comentario