El huracán post Brexit (la salida del Reino Unido de la Unión Europea) ha golpeado la política británica. El Partido Conservador enfrenta una enconada competencia por el liderazgo, en la que el favorito es el exalcalde rebelde de Londres, Boris Johnson. El Partido Laborista podría rechazar a su propio líder, Jeremy Corbyn. La ruta de salida de Gran Bretaña de la Unión Europea luce muy incierta.
Quienquiera que sea el sucesor de Cameron (y esa pregunta podría no tener respuesta hasta la conferencia anual del Partido Conservador en octubre) enfrenta una tarea delicada. El deber del nuevo primer ministro será lograr el mejor acuerdo posible con los socios europeos del Reino Unido, mientras que a la vez afronta la inevitable decepción doméstica cuando se rompan algunas de las contradictorias promesas hechas por los defensores del Brexit.
Antes de que comiencen en serio las negociaciones con Bruselas, el Reino Unido necesita una elección general. El nuevo primer ministro necesita un nuevo mandato para lograr un acuerdo con los 27 estados miembros de la UE. La perspectiva de semejante elección ha provocado la iniciativa de los miembros laboristas del parlamento de expulsar a Corbyn, un ineficaz líder izquierdista cuyo fracaso en la movilización de su partido fue una de las razones principales del triunfo de la campaña en favor del Brexit.
Por su parte, lógicamente los líderes de los países de la UE están conmocionados y decepcionados. Se deben enfocar en preservar la UE. Sin embargo, también deben ver que tienen interés en mantener una estrecha relación con el Reino Unido .
Probablemente el Reino Unido esperará hasta fin de año para invocar el Artículo 50 del Tratado de la Unión Europea para retirarse y comenzar las negociaciones con los 27 Gobiernos. En ese proceso se van a decepcionar aquellos que votaron por el Brexit. La inmigración jugó un papel muy importante en la campaña y los partidarios del Brexit se comprometieron a ponerle fin a la libre circulación de mano de obra procedente de la UE. Sin embargo, algunos de ellos ya han retractado las promesas de controlar la inmigración, y parecen estar inclinándose hacia una opción al estilo noruego de mantener el acceso al mercado único sin la plena condición de miembro de la UE.
Ésta es probablemente la menos mala de las varias opciones posibles y sin duda es mejor que retirarse completamente y buscar un acuerdo de libre comercio con la UE, lo cual obstaculizaría seriamente a los exportadores británicos. Pero también elimina casi todos los fundamentos de la plataforma pro Brexit basada en "retomar el control". Esto implicará la libre circulación de trabajadores de la UE en el Reino Unido y obligará a Gran Bretaña a adoptar reglamentos europeos para entrar al mercado único y a hacer una contribución considerable al presupuesto de la UE.
Los líderes europeos también tienen que analizar bien sus posiciones. Hasta ahora ha habido desavenencias entre los líderes y los ministros de la UE. El sentido común lo ha aportado Angela Merkel, la canciller alemana, quien ha pedido un período de reflexión con tranquilidad.
El Reino Unido no puede esperar más concesiones que las que Cameron obtuvo este año como parte de su renegociación de los términos de afiliación a la UE. La libre circulación de la mano de obra sigue siendo el precio a pagar por ser parte del mercado único.
La abrumadora preocupación de los Estados miembros debe ser la integridad de la UE. Deben mantener una actitud firme, pero no vengativa, lo suficiente como para que otros países tomen conciencia de las consecuencias de abandonar la UE, pero sin reforzar el sentimiento de que la UE es caprichosa y dictatorial.
Todas las partes involucradas necesitan entender todo lo que hay en juego. La cohesión de Europa y la unidad de Occidente han quedado muy maltrechas a raíz del voto británico. Lo importante ahora es rescatar todo lo posible de este desastre.
El reto de reformular la relación del Reino Unido con la UE se ha vuelto mucho más difícil a causa del propio proceso Brexit. El Reino Unido está profundamente dividido. Los ánimos están caldeados. Los principales partidos políticos están sumidos en el caos. Lo mejor que el Reino Unido puede esperar (salvo que ocurra un cambio colectivo de opinión por parte de los votantes y una revocación de la decisión del referendo por parte del parlamento) es un arreglo que termine siendo lo más parecido posible al status quo.
Para que eso suceda se necesita honestidad, así como destreza por parte de los políticos británicos quienes engañaron a sus votantes durante la campaña del referendo. A pesar de la ira justificada en otras capitales europeas, también se necesita ecuanimidad por parte del resto de la UE.
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