martes, 17 de marzo de 2015

Optimistas ven el fin de la caída de la moneda brasileña

Cuando el banco central de Brasil se reunió a finales de enero para considerar un aumento a las tasas de interés, predijo que la moneda, el real, se cerniría en 2,65 reales por dólar durante los próximos dos años.

El lunes de la semana pasada, la moneda cerró en 3,12 frente al dólar, uno de sus niveles más bajos en los últimos 11 años tras debilitarse el 15 por ciento en lo que va del año.

El una vez poderoso real (hace sólo unos años, Brasil libraba una "guerra de divisas" para evitar que se apreciara frente al dólar) se ha visto afectado por un escándalo de la petrolera estatal Petrobras y una profunda desaceleración de la mayor economía de América Latina.

Ha sido tan grande la depreciación del real que los analistas empiezan a cuestionar si la moneda, y los activos brasileños en general, están tocando fondo. Después de todo, Brasil puede estar entrado en una recesión, pero por lo menos no está en riesgo de una crisis económica todavía. Mientras tanto, la ayuda está en camino en forma del nuevo más ortodoxo ministro de Finanzas Joaquim Levy, un tecnócrata respetado con experiencia en el mercado, que se unió al Gobierno en enero y está decidido a poner las finanzas de Brasil en orden.

"El futuro se ve mejor", sostiene Fernando Honorato Barbosa, economista de Bradesco Asset Management, o Bram, el ex empleador de Levy, "Conocemos al señor Levy y él es duro cuando quiere algo".

Este optimismo puede parecer fuera de sintonía con un mercado que no está de humor para dar a Brasil y su Gobierno de centro-izquierda encabezado por la presidenta Dilma Rousseff, el beneficio de la duda.

Después de una década en la que la economía estuvo relativamente bien administrada, Rousseff, quien asumió el cargo en 2011, y su ministro de Hacienda anterior, Guido Mantega, comenzaron un programa de generosidad fiscal en 2012.

El objetivo del Gobierno era proporcionar un estímulo para contrarrestar la crisis de la eurozona y poner fin al superciclo de materias primas. Pero el programa, que incluía control de precios de combustibles y energía, exenciones fiscales ad hoc para la industria y el aumento de crédito de los bancos de propiedad estatal, sólo pareció darle vida a la inflación.

El crecimiento cayó, al igual que la inversión la cual, según la mayoría de los economistas, se necesita desesperadamente para aumentar la capacidad de la economía de Brasil para atender las demandas de su clase media en expansión.

El programa de estímulos ayudó a preservar empleos, y ayudó a Rousseff a reelegirse para un segundo mandato en octubre del año pasado en una de las contiendas electorales más reñidas en décadas. Pero también dejó a Brasil con su primer déficit fiscal primario en 2014 (déficit antes de pago de intereses) en más de una década, junto con la amenaza de que su calificación crediticia de grado de inversión atesorado podría ser degradada.

A ello se sumó la aparición del escándalo de corrupción de Petrobras, en la que los ex directivos de la empresa estatal de petróleo están acusados de actuar en connivencia con los políticos, en su mayoría de la coalición gobernante de Rousseff, para extraer sobornos de empresas constructoras y otros contratistas.

El escándalo no sólo ha amenazado con dejar a Petrobras en un incumplimiento técnico, debido a que sus auditores no pueden firmar en sus cuentas hasta que la empresa proporcione una estimación creíble de las pérdidas por la corrupción; que se está extendiendo a otros sectores.

"Los problemas de Petrobras afectarán negativamente a la cadena de producción de petróleo y gas de Brasil, sus sectores de construcción e infraestructura, bienes raíces en el estado de Río de Janeiro y las empresas que apoyan a estos sectores", dice Moody’s en un informe.

El pobre desempeño económico le ha ganado a Brasil, él una vez orgulloso miembro del grupo de los BRICS (naciones emergentes de rápido crecimiento que también incluye a Rusia, India, China y Sudáfrica) membresía a aglomeraciones más dudosas, como el grupo de los “cinco frágiles”.

Se refieren a las monedas de Brasil, Indonesia, India, Turquía y Sudáfrica, que debido a sus grandes déficits en cuenta corriente se consideran vulnerables ante ventas masivas a mercados emergentes mientras que la Reserva Federal de Estados Unidos considera aumentar las tasas de interés.

Brasil, Turquía y Sudáfrica se consideran más expuestos que los demás a causa de su falta de reformas, dice el economista de Capital Economics David Rees en una nota de investigación.

Pero mientras que las malas noticias se acumulan para Brasil (el índice bursátil de referencia de Ibovespa cayó 1,6 por ciento a 49,181 puntos el lunes de la semana pasada muchos analistas del mercado están en silencio optimista en Sao Paulo.

La causa de su optimismo es el factor Levy: la opinión, expresada por Barbosa de Bram, que el ministro de Finanzas entrenado en Chicago será capaz de lograr un programa de austeridad para restaurar el equilibrio fiscal de Brasil en contra de las probabilidades.

No sólo eso, Levy también está encargado de asegurar que Petrobras arregle sus cuentas a tiempo para la fecha límite en junio.

El programa de Levy para reducir los gastos y aumentar los impuestos y crear un superávit presupuestario primario de 1,2 por ciento este año sufrió un revés la semana pasada cuando el Congreso bloqueó una de sus iniciativas. Pero se espera que sea capaz de satisfacer la mayor parte de sus objetivos sin la ayuda del Congreso.

"Lo bueno es que el señor Levy viene de los mercados financieros", dice Alexandre de Azara, economista de Modal Asset Management en Sao Paulo. "Él es el depositario de la confianza del mercado en este Gobierno".

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