La mayor economía latinoamericana ha caído en su mayor recesión desde la Gran Depresión, golpeada por tres factores: los precios de las materias primas, un multimillonario escándalo de corrupción en la compañía petrolera estatal Petrobras y una crisis política que ha hecho de Rousseff la presidenta más impopular en la historia democrática brasileña.
"Hace cinco años, todo el mundo sentía que Brasil estaba al borde del desarrollo", dice Setubal, presidente ejecutivo de Itaú.
"Pero la felicidad es la diferencia entre las expectativas y la realidad, y las expectativas eran demasiado altas. Quizás en un año las expectativas serán más realistas, y tendremos mucho trabajo por hacer".
En medio de un escándalo de corrupción que ha permeado los más altos niveles del Gobierno y una economía que se pronostica que se reducirá un 2 por ciento este año, los índices de aprobación de Rousseff han caído al 8 por ciento. Cientos de miles de manifestantes han salido a las calles pidiendo su renuncia, mientras que los inversionistas han depreciado el real en un 25 por ciento, lo cual lo convierte en una de las monedas de mercados emergentes con peor rendimiento este año.
Pero en lugar de enfocarse en la economía o los mercados financieros, el problema más apremiante del Gobierno para las próximas semanas probablemente sea la repercusión de la investigación sobre las comisiones ilegales y el soborno en Petrobras que ya ha enviado a la cárcel a decenas de altos ejecutivos.
El enfoque de la investigación se está desplazando hacia el congreso, lo cual probablemente está aumentando la presión política sobre Rousseff y su frágil coalición de gobierno. La semana pasada, Eduardo Cunha, jefe de la Cámara Baja de Brasil, se convirtió en el primer político en ejercicio en ser acusado formalmente de corrupción. Cunha renunció a la coalición de Rousseff el mes pasado para unirse a legisladores de la oposición que buscan su juicio político y ha dicho que la investigación en su contra tiene motivos políticos.
Cunha, quien será investigado por la Corte Suprema de Justicia, insiste en que es inocente y ha dicho que permanecerá en su puesto. Fernando Collor de Melho, un expresidente sometido a juicio político por cargos de corrupción en 1992, pero que ha reaparecido como senador, también fue acusado.
"Para su crédito, Dilma ha mantenido la investigación [sobre la corrupción] en marcha. Las instituciones del país se mantienen firmes", dice Setubal. "No creo que ella sea sometida a juicio político".
Aunque Rousseff no está siendo investigada, presidió Petrobras cuando ocurrió gran parte de la corrupción, y su Gobierno enfrenta investigaciones separadas por manipular el presupuesto e infringir las reglas de financiamiento de campaña.
Ambos son posibles motivos para un juicio político, un proceso que requeriría el apoyo de dos tercios del Congreso, donde muchos legisladores se concentran cada vez más en salvarse a sí mismos que en pasar impopulares medidas de estabilización económica.
Los líderes empresariales, temerosos de que la inestabilidad política pueda convertir una traumática recesión en una crisis económica más generalizada, han llamado a los legisladores a reunir y aprobar las medidas necesarias para poner en marcha la economía y evitar una rebaja que podría provocar que la calificación de crédito de Brasil sea reducida al estatus de basura.
Una mezcla de recortes de gastos y exenciones de impuestos (llamada Agenda Brasil y apoyada por el líder de la cámara de senadores Renán Calheiros del partido centrista PMDB) ha avanzado un poco en la asamblea legislativa. Pero los analistas dijeron que es poco probable que se aplique plenamente.
"Incluso con un Senado complaciente y el PMDB. . . la agenda fiscal de Rousseff enfrenta un camino cuesta arriba, puesto que Cunha preside la cámara baja", advirtió Cameron Combs, analista de Eurasia, la consultoría de riesgo.
Mientras tanto, hay pocas señales de que la economía brasileña aún haya tocado fondo. El desempleo ha aumentado considerablemente a un 7,5 por ciento, mientras que la inflación está al 9,6 por ciento ya que se han liberado los precios regulados de la energía y la depreciación del real ha provocado precios domésticos más elevados.
Sin embargo, los analistas dicen que esos efectos deben pasar rápidamente, lo cual le permitiría al banco central comenzar a recortar las tasas de interés a principios del próximo año, las cuales se han elevado hasta el 14,25 por ciento.
Sin embargo, aunque eso podría estabilizar el consumo interno, no está claro cuál sería el motor del crecimiento brasileño en el futuro. Durante la última década aprovechó los altos precios de los productos básicos y el abundante crédito al consumidor.
"Creo que la recuperación económica será lenta", dice Setu- bal. "Pero se han eliminado las distorsiones de precios, y ya se empieza a observar una respuesta positiva sobre las cuentas externas: el déficit por cuenta corriente está disminuyendo y las exportaciones están aumentando. Es el sector externo lo que llevará a la recuperación".
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