lunes, 20 de julio de 2015

Grecia hacia la privatización

La realidad se impuso y la "Troika” (Comunidad Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) aprobó un tercer programa de rescate para Grecia, el cual contempla reiniciar el paralizado proceso de privatización, el mismo que debe ser implementado por su parlamento.
Aunque el resultado del referéndum realizado hace poco en Grecia se opuso a las denominadas políticas de austeridad, el Congreso griego ha dado su conformidad al tercer programa de rescate. Esas políticas son de ineludible obligación para ese país si se quiere enfrentar con éxito la grave depresión económica en la que se insumió desde el año 2008, como consecuencia de un desmedido y creciente gasto público financiado con deuda, que generó un ficticio "estado del bienestar”.
La recesión económica en Grecia, que había comenzado en 2008, se acentuó en los años siguientes como consecuencia de la disminución e ineficiencia del gasto público. Lo que sucede es que la factura se paga después de consumir. En 2009 el gasto gubernamental había alcanzado su nivel más alto, 54% del PIB, año en que también alcanzó el déficit fiscal más alto, ¡15% del PIB!
Un indicador de la ineficiencia del gasto público se tiene precisamente en 2009, cuando la caída del PIB, que había sido del 0,5% un año antes, se tradujo en una caída de casi el 5%. En los años siguientes claramente la economía griega vivió en depresión económica, con fuertes caídas de su producción y del nivel de empleo, hasta que apareció la luz al final del túnel el año 2014, con un crecimiento del orden del uno por ciento, junto a una muy dificultosa reducción del gasto fiscal (46% del PIB) y, por tanto, del déficit fiscal. Para el año 2014 presentó un déficit del orden del 3% del PIB.
Pero desde el inicio del gobierno de Tsipras, en lugar de seguir avanzado por el doloroso camino de la recuperación económica, en este primer semestre del año todo se agravó. Esto explica por qué al final el Gobierno de Grecia está aceptando las racionales condiciones de la Troika para lograr obtener el oxígeno que imprescindiblemente requiere.
La inmensa deuda pública se tradujo en un continuo déficit comercial internacional, tanto en bienes como en servicios. Grecia exportaba menos de lo que importaba. Y esto era posible porque se importaba con financiamiento proveniente de la deuda.
En el pasado hubo deuda pública. Los gobiernos en todo tiempo han gastado por encima de la captación de impuestos. Y estas deudas también eran entre países. En el pasado, cuando un país deudor no quería –no podía- pagar su deuda, era invadido militarmente por el país acreedor, para de esta manera saldar las cuentas.
La terrible Segunda Guerra Mundial se dio en un marco donde Alemania no quiso pagar su deuda a los ganadores de la Primera Guerra Mundial. Alemania prefirió dedicar sus recursos públicos para armarse en lugar de pagar su deuda externa.
Fue la conclusión de la Segunda Guerra Mundial que llevó a los países miembros de la Organización de Naciones Unidas a fundar el FMI, con el fundamental propósito de que las deudas entres países se resuelvan pacíficamente y no por medio de la guerra.
Cabe la pregunta: ¿dónde está el problema? ¿En el deudor o en el acreedor? El problema lo tiene el deudor porque por alguna razón no puede honrar su compromiso. Un eslabón fundamental de la economía es la relación ahorro-inversión. En toda economía es posible producir bienes de capital porque hay gente que ahorra y que presta al inversionista, quién es el que compra los bienes de capital, imprescindibles para el crecimiento económico. Si los deudores no pagan lo que deben, se destruye la relación ahorro-inversión y, con ello, la actividad económica.
Por esta razón cuando un país tiene problemas para honrar su deuda externa acude al FMI – y en este caso al BCE- para que le preste un soporte financiero y para que le otorgue un aval ante el mundo señalando que sus problemas de impago son temporales.
Por este motivo el país deudor que puede honrar su deuda hace un acuerdo con el FMI, mediante el cual se compromete, ante todo, a reducir el déficit fiscal, la única manera de no aumentar su deuda. Y esto se logra aumentando impuestos y reduciendo el gasto público. Ambas medidas son siempre impopulares. Implican las odiadas políticas de austeridad.
El problema fundamental de Grecia fue y es su elevado y continuo déficit fiscal. Para enfrentar esto no queda más que reducir el gasto público y aumentar los ingresos. Para lo primero, Grecia se compromete a reformar su muy generoso sistema de pensiones y, para lo segundo, se compromete a aumentar los impuestos.
En el programa acordado con la Troika, Grecia se compromete también a obtener ingresos extraordinarios por 50.000 millones de euros, por una sola vez y por la venta de activos públicos. Esto a su vez reducirá el gasto público porque su administración pasará a ser gasto privado.

*Profesor emérito de la UMSA y Miembro de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas.

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