En la actualidad, las condiciones son notablemente propicias para la economía marrón
(o del carbono) prevaleciente, la cual, inter alia, depende excesivamente de la energía procedente de los combustibles fósiles. Por ello, si pretendemos realizar la transición hacia
una economía verde, se requiere crear condiciones conducentes para ello, a saber:
1.
Aspectos normativos que regulan la producción;
2. Políticas energéticas;
3. Apoyos,
subsidios e incentivos nacionales para transitar hacia una economía verde;
4. Marco
jurídico e institucional que promueva la adopción de una economía verde; y
5. Adopción
de protocolos comerciales y de ayuda que efectivamente sustenten la transición hacia
una economía verde.
El PNUMA señala que los responsables de la política económica a nivel nacional están en
el centro neurálgico de las decisiones, si se pretenden crear las condiciones propicias
para que se produzcan mayores inversiones en la transición hacia una economía verde;
para ello, recomienda lo siguiente:
1. Las regulaciones, las normas y los objetivos son clave para dirigir a los países hacia
el desarrollo de estrategias que lleven a adoptar una economía verde. Sin
embargo, se debe permitir que los países en desarrollo avancen a su propio ritmo,
respetando sus objetivos de desarrollo, sus circunstancias y limitaciones. Los países
desarrollados, por su parte, tienen un papel fundamental en el desarrollo de
habilidades y capacidades en los países en desarrollo, así como en la creación de
un mercado internacional y de una infraestructura legal que promueva la
economía verde.
2. Utilizar argumentos económicos para defender un cambio en la inversión, tanto
pública como privada, que permita transformar sectores clave para el
enverdecimiento de la economía mundial. El PNUMA señala que los empleos
creados en los sectores verdes compensan a los que se pierden en la transición
hacia una economía verde.
3. Demostrar que una economía verde puede reducir la pobreza persistente en el
marco de una serie de sectores importantes: agricultura, silvicultura, agua dulce,
pesca y energía. La silvicultura sostenible y las prácticas agrícolas amigables con el
ambiente ayudan a preservar la fertilidad del suelo y los recursos hídricos en
general, lo que garantiza la sustentabilidad de la producción en el largo plazo.
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