Para tratar de revertir esa visible realidad, tanto el neoliberalismo
latino como el socialismo del siglo XXI, abogan por el
proteccionismo del Estado: los neoliberales, para que los gobiernos
emitan concesiones que incentiven la inversión de capital y así
aumente la productividad de los trabajadores y el nivel de sus
salarios; y, los socialistas, para que ese incremento de salarios se
produzca de manera directa, por intermedio de un decreto
presidencial o emitiendo bonos y subsidios.
Pero La Tercera Vía considera que ninguna de esas dos doctrinas,
donde ambas abogan por un gobierno filantrópico e
intervencionista, puede generar fuentes de empleo de manera
sustentable, no obstante de que ambas ya han tenido oportunidad
de ser gobierno.
Y es que, ni el Neoliberalismo ni el Socialismo del Siglo XXI, acogen
la realidad económica de nuestros países; realidad que se
fundamenta en una estructura productiva que funciona de manera
independiente al gran capital y a la acción de sus gobiernos. Esa
realidad, además, se refleja en los millones de obreros y artesanos
que, con una inversión mínima, fabrican sus productos trabajando
de manera individual o agrupados en pequeñas unidades; que
logran crear redes comerciales y sistemas de organización
productiva, en niveles más eficientes y flexibles que el de los
sistemas industrializados; que casi sin tener contacto con la
burocracia local o nacional, logran comerciar con eficiencia sus
productos; y, que su decisión de cuanto, cuando, donde y que
producir, no se basa en algún conocimiento teórico del mercado,
sino en la percepción directa de las necesidades de su entorno.
Ante esa realidad, la propuesta de La Tercera Vía a favor de la
creación de empleo, se sintetiza en la apertura de un mercado en el
cual el Estado no limite ni penalice, el funcionamiento formal o
informal de todas esas medianas, pequeñas y micro empresas que
sin dádivas, pero con autonomía y eficiencia, logran generar más de
las cuatro quintas partes del empleo total.
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