En los textos de economía -la mayoría de los cuales han sido
escritos en y para el primer mundo- el crecimiento de un país se
establece en base al mayor o menor valor que tengan los bienes y
servicios que en un año hayan sido producidos en ese país.
Ese
valor usualmente se designa con el nombre de Producto Interno
Bruto: PIB. No obstante, debe señalarse que en América Latina
existen seis realidades que invalidan equiparar el crecimiento de un
país con el valor de su PIB; incluyendo aquella cruel paradoja
gestada por los emigrantes que huyen del desempleo, pero cuyos
envíos de remesas a sus familias, ciertamente hacen crecer el PIB
del país que huyen.
La Tercera Vía enfrenta esa realidad y resuelve esa paradoja al
utilizar el nivel de empleo como el verdadero parámetro que
determina el crecimiento de una economía.
Desde luego, como se
demuestra en el mencionado libro, determinar el nivel de empleo no
debe limitarse a calcular el número de gente que trabaja, sino que el
análisis también debe incorporar los aspectos relevantes a la
eficiencia y productividad laboral; así como las políticas de
generación de trabajo y empleo, que se adapten en la práctica a las
condiciones concretas de cada país.
Esas condiciones, en América Latina, suelen presentarse en el lado
opuesto de aquellas que caracterizan al primer mundo. Así,
mientras en el mundo industrializado se tiende a crear grandes
empresas o fábricas, invirtiendo en ellas una gran proporción de
bienes de capital a ser operados por el mínimo número de
empleados que sea posible; en nuestros países predomina la
situación inversa.
Como lógico resultado, las empresas del primer mundo alcanzan
una muy alta productividad en relación al número de sus
trabajadores; no en relación a su abundante capital. Es esa
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productividad relativa la que se refleja en su estructura de precios;
en la cual un alto nivel de sueldos y salarios, se complementa con
un reducido costo del capital y con bajas tasas de interés.
En contraste, en Latino América, la carencia de capital y la
abundancia de mano de obra, generan una baja productividad de
sus trabajadores y un paupérrimo nivel salarios.
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