Horas antes, 1,6 mil millones de euros acababan de salir de los bancos griegos, provocando que Atenas pidiera al Banco Central Europeo más fondos de emergencia como ayuda mientras la confrontación entre el Gobierno populista del país y los acreedores internacionales continuaba.
En la fiesta de cumpleaños al lado de la piscina, elegantes hombres de negocios, políticos, académicos y miembros de la alta sociedad intercambiaban chismes en voz baja sobre si los bancos cerrarían o limitarían las retiradas de efectivo.
También criticaron acremente al Gobierno que culpan por empeorar la crisis actual y expresaban un optimismo desesperado y vacilante con respecto a la esperanza de que los líderes de la eurozona pudieran aún rescatarlos.
“El Gobierno es incompetente y está arruinando al país pues son comunistas y no entienden la realidad”, dijo María, una banquera. “Pero tiene que haber un acuerdo. La UE tiene que salvarnos”, dijo, mientras jugueteaba con su collar dorado. “¿Cierto?”
Al menos desde la guerra civil a fines de la década de 1940, la sociedad griega no ha estado tan profundamente dividida entre la izquierda y la derecha. Su problema financiero está abriendo heridas viejas que parecían haber sanado a través de generaciones.
Para los acaudalados, la vida sin el euro es prácticamente inimaginable. La divisa única ha facilitado que sus hijos estudien en el extranjero y que ellos adquieran propiedades y bienes de lujo en otras partes de Europa.
Más que eso, diferenciaba a Grecia de otros empobrecidos estados balcánicos, confirmando su lugar al centro de una Europa próspera. Pero conforme la crisis se ha ido alargando, otros griegos (particularmente apoyando al premier de izquierda Alex Tsipras) han estado igualando la membresía del euro con los recortes paralizantes en el gasto público y con la desigualdad social.
Hasta ahora, gran parte de la élite del país había asumido que la actitud retadora de Tsipras hacia los acreedores del país era una actitud calculada para obtener más ayuda de la UE, temerosa sobre las ramificaciones de una salida de Grecia de la eurozona.
Pero en la fiesta al norte de Atenas, estaba quedando claro para algunos que los simpatizantes de Syriza no tienen nada que perder y por lo tanto, se arriesgarían a brincar hacia lo desconocido y obtener posiblemente un incumplimiento financiero en vez de sufrir la vergüenza de una retirada política y más recortes al gasto.
“La clase trabajadora con cuentas bancarias vacías y sin dinero para gastar… no tiene nada que perder”, dijo Patroklos Koudounis, fundador de Adequate, una consultoría de riesgo político. “Por lo mismo, apoyan al Gobierno, y como claramente lo muestran las encuestas, la mitad está a favor de que Grecia abandone la eurozona, conocido como “Grexit”.
Koudounis se encontró uniéndose a una protesta a favor de la UE el jueves por la noche en el centro de Atenas, organizada en respuesta a una demostración la noche anterior por simpatizantes de Syriza. Fue un acto, según admitió, que “nunca se hubiera imaginado hacer”.
“Aquellos que tienen algo (o mucho) que perder se están irritando mucho”, dijo. “Sienten que están bajo gran peligro y están listos para abandonar la comodidad de sus sillones y protestar en las calles”.
El miedo a lo que podría pasar esta semana, incluyendo avisos de controles de capital para los bancos griegos si no se llega a un acuerdo, ha empujado a los griegos adinerados a mover la mayor parte de sus capitales y cuentas de negocios al extranjero, o a juntar pilas de efectivo en sus casas (antes de que se dictara el cierre de bancos, nota de edición).
De acuerdo con información de fines de abril, cerca de 70 mil millones de euros se habían desplazado de Grecia a otros países de la eurozona desde fines de noviembre, justo antes de la crisis que finalmente hizo que Syriza tomara el poder.
Además, los depósitos privados de prestamistas griegos se han reducido en más de 30 mil millones de euros entre noviembre y mayo, ya que aquellos con ahorros prefirieron guardar el dinero en el colchón en vez de confiar en la liquidez de los depósitos bancarios.
“Cada quien tiene su propio plan”, dice Dimitris Paraskevas, quien dirige un negocio familiar de un despacho de abogados en Atenas. “La gente ha sacado su dinero de los bancos y ha hecho algo con eso. Tengo un amigo que ha tenido mucho éxito, ha comprado acciones. Otras personas compran comida”.
Paraskevas ya ha hecho planes para mandar a su mamá de 79 años a su casa en Londres si las cosas empeoran. También ha abierto cuentas para sus negocios en bancos británicos.
“Si se impone el control de capital, será una pesadilla de verdad”, dijo. “Se generará mucha miseria”.
En la fiesta, el baile comienza y los cócteles fluyen. “Es como los últimos días de Roma, ¿no?”, dice un invitado, mientras se reparten platos con trufas de helado a los invitados que se encuentran cerca de la pista de baile.
“Pero se va a llegar a un acuerdo”, dice con seguridad. “Estoy seguro de que habrá un acuerdo”.
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