martes, 16 de junio de 2015

Brasil navega entre la inflación y la contracción

La mayor economía de América del Sur enfrenta un difícil acto de equilibrio para evitar una espiral potencialmente desastrosa de contracción económica conforme intenta controlar la inflación.

El ministro de Planificación de Brasil, Nelson Barbosa, advirtió que esperaba solamente una recuperación muy gradual de la recesión del presente año, a diferencia de lo sucedido en crisis anteriores durante la década pasada, cuando el país de inmediato se recuperaba con rápido crecimiento.

Sin embargo, Barbosa agregó que el crecimiento debería ser suficiente como para evitar que Brasil cayera en una situación en la que los aumentos de las tasas de interés para controlar la inflación combinados con un programa de austeridad para reducir el déficit presupuestario sólo profundizarán aún más la recesión.

"Se requiere un enfoque muy detallado para garantizar que no se exagere", dijo Barbosa acerca del programa de austeridad estatal, o de "ajuste", en su primera entrevista con los medios extranjeros desde que asumió el cargo en enero. "Así podremos evitar pasarnos del punto en el que la contracción fiscal termine debilitando el reequilibrio fiscal".

El Gobierno de la presidenta centro-izquierdista Dilma Rousseff, quien fue reelegida para un segundo mandato de cuatro años a partir de este año, está intentando enmendar los excesos del pasado, cuando ella y su predecesor, Luiz Inácio Lula da Silva, se embarcaron en grandes programas de estímulo.

Brasil se recuperó con éxito en 2003 de una crisis causada en parte por la elección de Lula da Silva. El exsindicalista de línea dura sorprendió a los inversionistas mediante la implementación de políticas favorables al mercado después de su elección, incluyendo medidas de austeridad y una política monetaria estricta para restaurar la estabilidad macroeconómica.

Pero mientras que el programa de ajuste de Lula da Silva coincidió con una China pujante, cuyo voraz apetito de mineral de hierro y soya ayudó a Brasil a beneficiarse de los altos precios de las materias primas, Rousseff se ha embarcado en la austeridad fiscal en medio de un ambiente desfavorable en el extranjero.

Barbosa predice una contracción del 1,2 por ciento del producto interno bruto en 2015, y un repunte para crecer un 1 por ciento el próximo año y un 1,9 por ciento en 2017 (muy por debajo de la tasa de crecimiento promedio de 4,1 por ciento de los ocho años de Lula da Silva en el poder).

Los economistas del sector privado en general están de acuerdo con las previsiones del Ministerio de Planificación, pero algunos son más pesimistas al respecto. Nilson Teixeira, economista de Credit Suisse, corrigió su previsión del PIB para este año a un crecimiento negativo del 1,8 por ciento desde el 1,3 por ciento previo y a sólo el 0,6 por ciento para 2016 desde el 0,8 por ciento previo.

El mes pasado el Gobierno informó que el PIB se contrajo un 0,2 por ciento en el primer trimestre frente a los tres meses anteriores, o un 1,6 por ciento en comparación con el año anterior.

Para restablecer la confianza, Barbosa y el nuevo ministro de Finanzas, Joaquim Levy, han fijado un objetivo para el superávit fiscal primario (el equilibrio presupuestario antes del pago de intereses de la deuda del gobierno) de un 1,2 por ciento del PIB. Esto se compara con el año pasado, cuando el Gobierno sufrió su primer déficit fiscal primario en más de una década.

El objetivo de ambos es aumentar el superávit a un 2 por ciento en 2016, a pesar de la baja tasa de crecimiento, mediante la reducción de las prestaciones de jubilación y desempleo, la eliminación de las exenciones fiscales sobre la industria, aumentos fiscales y recortes presupuestarios.

"Tenemos que generar una recuperación de la demanda, un aumento de la inversión", dijo Barbosa, "y en cuanto a la oferta, un aumento de la productividad".

Dijo que el Gobierno estaba preparando el lanzamiento de un paquete de concesiones para la infraestructura que se le venderá al sector privado el 9 de junio. Éste incluye carreteras, puertos, ferrocarriles y tres aeropuertos para las ciudades de Salvador, Porto Alegre y Florianópolis.

A diferencia del pasado, cuando el Gobierno había tratado de controlar las devoluciones y tarifas, éstas ahora siguen los tipos del mercado. La idea era empezar a ofrecer regularmente concesiones para la infraestructura de forma rutinaria, como ya hace el Gobierno en el sector de la energía, para comenzar a elevar la incierta tasa de inversión de la economía.

"Las tarifas reflejarán las condiciones del mercado y creo que eso garantizará la viabilidad de las inversiones", dijo Barbosa.

A más largo plazo, Brasil podría mejorar la productividad mediante la simplificación de los impuestos federales y estatales, lo cual probablemente ocurrirá durante el actual mandato de cuatro años de Rousseff que termina en 2018, e impulsaría la economía hasta una tasa de crecimiento sostenible del 3 al 3,5 por ciento, dijo Barbosa.

El principal impedimento para el programa de ajuste fiscal sigue siendo el proceso político, dijo. El congreso del país, el cual está fragmentado en muchos partidos, está obligado a debatir muchas de las medidas. Pero el hecho de que recientemente aprobó cambios en las prestaciones de jubilación y desempleo demostró que apoya ampliamente el programa de austeridad.

Otros señalan que la política no se limita al congreso. Levy no asistió a una conferencia de prensa el mes pasado en el Ministerio de Planificación de Barbosa para anunciar una congelación del presupuesto para este año de cerca de 70 mil millones de reales en medio de especulaciones de que el Ministro de Finanzas había pedido recortes más profundos. Levy, cuya reputación de integridad lo ha convertido en una parte indispensable de la credibilidad del Gobierno ante los ojos de los inversionistas, afirmó más tarde que sufría de gripe. Barbosa negó que existieran diferencias entre ellos.

"No se debe confundir el debate con la discordia", dijo.

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