martes, 23 de junio de 2015

Deshielo en relaciones entre EEUU y Cuba aumentan expectativas comerciales

Hay una nueva fecha entre la lista de fechas importantes para Cuba. Junto al movimiento 26 de julio de Fidel Castro y el "triunfo de la revolución" del 1 de enero de 1959, ahora se encuentra el 17 de diciembre de 2014.

Ése fue el día en que Barack Obama y Raúl Castro, los presidentes de Estados Unidos y Cuba, anunciaron que deseaban normalizar las relaciones bilaterales y poner fin a más de 50 años de enemistad y guerra fría.

Sin duda, Cuba comunista ya estaba cambiando. Después de convertirse formalmente en presidente en 2008, Castro inició un proceso tentativo de liberalización económica para impulsar la decadente economía del país (especialmente urgente ahora que la creciente crisis en Venezuela pone en peligro los 1,5 mil millones de dólares de ayuda que envía este país a Cuba cada año.

Pero el anuncio del 17 de diciembre encendió la hoguera de las expectativas entre las empresas estadounidenses (incluso aunque la economía cubana de 80 mil millones de dólares, a pesar de su exótico encanto, sea prácticamente del mismo tamaño que la de República Dominicana).

Entonces, ¿qué podría suceder? Funcionarios estadounidenses y cubanos han advertido que las expectativas son demasiado altas. "Las posibilidades de que Washington levante el embargo a corto plazo son escasas", advierte Michael Shifter del grupo de estudio Inter-American Dialogue.

La idea de que las empresas y los turistas estadounidenses pronto podrían convertir a Cuba en un parque temático comunista al estilo de Disney, con sucursales de McDonald's repartidas a lo largo del malecón de La Habana es también poco probable; La Habana ha tenido su propio Gobierno por 56 años y se enorgullece de su soberanía.

Además, incluso si el embargo estadounidense terminara de un día para otro, la isla todavía enfrenta un "embargo interno": la densa burocracia al estilo soviético y la centralización de las posturas socialistas que dificultan los negocios.

"Todas las reformas económicas de Raúl involucran la descentralización, lo cual es bueno, ya que eso necesita Cuba", dice Rafael Hernández, editor de Temas, una revista cultural publicada por el estado. "El problema es que...  eso aún no ha sucedido."

Aún así, vienen cambios para Cuba, aunque poco a poco, y una manera de registrar esos cambios es regresar a la visita del Papa Juan Pablo II en 1998. "No teman", dijo. "Ojalá que Cuba, con su magnífico potencial, se abra al mundo, y que el mundo se abra a Cuba".

Hoy en día, los cubanos parecen tener menos miedo. Los activistas aún siguen siendo acosados, pero muchos tienen el deseo de decir lo que piensan, y también existe cierta tolerancia oficial.

Una muestra de ello es que aún existe la página web de noticias 14ymedio.com, creada por la periodista disidente Yoani Sánchez, incluso aunque el limitado acceso al Internet implica que muy pocos de los 11 millones de habitantes de la isla pueden leerla.

El mundo también ha comenzado a abrirse a Cuba. Antes del 17 de diciembre, había sólo 35 consultas de inversionistas extranjeros sobre el Mariel, un puerto y zona franca de 800 millones de dólares en la costa norte de Cuba, construido por Odebrecht, compañía constructora brasileña, y operado por PSA de Singapur. "Después del 17 de diciembre se habla de 300 consultas", señala Emilio Morales del Havana Consulting Group con sede en Miami, aunque cuántas de estas consultas se convertirán en inversión real está aún por verse.

El embargo, cuyo cese requiere la solución de cuestiones difíciles como las demandas estadounidenses por nacionalización por 7 mil millones de dólares, restringe a las empresas estadounidenses. También puede restringir a las de terceros países.

"Tenemos que ser totalmente autofinanciados," comenta un operador turístico europeo.

Por último, Cuba se está abriendo al mundo, aunque lentamente. El Partido Comunista está debatiendo entre dejar que las reformas avancen sin freno y mantener el control. No es sorprendente que los resultados sean decepcionantes, como fue tácitamente reconocido por Castro, quien quiere profundizar las reformas, lo que aumenta las posibilidades de un "aterrizaje económico suave" en 2018, cuando dice que se retirará como presidente.

"Lidiar con el embargo interno es uno de los mayores desafíos para Cuba", dice Pedro Freyre del bufete estadounidense de abogados Akerman. "Puede ser que el Estado quiera permitir que crezcan las pequeñas empresas... pero a menudo les impone impuestos, las regula y las castiga". Un signo de la ambivalencia es el énfasis en las cooperativas autorizadas por el Estado, en lugar de en los 500.000 trabajadores por cuenta propia.

Cuba también sufre de escasez de recursos para hacerles frente a los intereses extranjeros. Eso se cumple tanto en la insuficiente capacidad turística de La Habana como en la insuficiente autoridad de los funcionarios cubanos para tomar decisiones. Por ejemplo, los seis proyectos aprobados del Mariel requirieron la aprobación del Consejo de Ministros, la máxima autoridad.

Aun así, hay un fuerte interés de negocios en la llamada "economía del conocimiento" cubana, especialmente la biotecnología. Varias grandes compañías extranjeras (como la compañía minera canadiense Sherritt International, la compañía francesa fabricante de bebidas Pernod Ricard y el grupo de telecomunicaciones Bouygues, también de Francia) establecieron negocios rentables hace años. Lo mismo han hecho, más recientemente, pequeños empresarios emigrados procedentes de Miami.

En la tienda de descuento de Miami, Ñooo! ¡Que Barato!, los cubanoamericanos pueden comprar uniformes para los hijos de sus parientes. El reciente florecimiento en la isla de restaurantes y hoteles privados (viviendas particulares en su mayoría restauradas) también lo financian en gran medida los cubanoamericanos, que envían hasta 2 mil millones de dólares al año a sus familiares.

El mensaje de las empresas extranjeras en Cuba es que la isla es un mercado potencialmente interesante para cualquiera que se conforme con esperar ganancias inciertas a largo plazo. Pero ofrecen un consejo para el interés privado extranjero interesado en propiedades en La Habana, donde las compras sólo son posibles a través de un socio cubano residente, quien entonces posee el título legal.

"El extranjero asume todo el riesgo", dice un hombre de negocios europeo. "He escuchado igual cantidad de historias felices como infelices".

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