martes, 23 de junio de 2015

Divorciarse de Grecia precipitadamente dejará mucho tiempo para arrepentirse


El comienzo de la Primera Guerra Mundial fue, se nos cuenta, acogido con confianza y júbilo por los pueblos de Europa. Algo similar parece estar ocurriendo después de años de crisis económica y agitación política en Grecia. Un creciente número de personas sienten que "ya basta". Los vehementes puntos de vista expresados en estas páginas por el economista italiano Francesco Giavazzi son compartidos por muchos en altos cargos. Mientras tanto, Alexis Tsipras, el primer ministro griego, acusa a los acreedores de Grecia de "saquear" a su país.

Olivier Blanchard, el comedido economista principal del Fondo Monetario Internacional, indica que aún pudiera llegarse a un acuerdo. Pero muchos están empezando a desear que se acabe ya con el problema. Sea cual sea el juego que los griegos pensaron que estaban jugando, puede que en la actualidad su Gobierno sólo desee que se termine la humillación. Del mismo modo, cualquiera que haya sido el juego del Eurogrupo, puede que ahora sólo quiera que se acabe la frustración. Si es así, el incumplimiento, la salida y la devaluación griegos pudieran estar bastante cerca.

¿Perduraría entonces la euforia? Me temo que no. La suposición de algunos en la eurozona no es sólo que el caso griego es único, sino que el desastre que tanto se merecen esos "pecadores" mejoraría el comportamiento de todos los demás. Pero la unión monetaria tampoco sería ya irrevocable. Surgirán nuevas crisis. Y cuando se presenten, la confianza en la Unión será parcial después de la salida de Grecia. Es posible que haya que implementar el programa de transacciones monetarias directas (anunciado por el Banco Central Europeo en el año 2012 ) para calmar el nerviosismo. Pero pudiera fallar. La especulación autocumplida pudiera ocasionar aún más divorcios.

Algunos argumentan que Grecia al menos estaría en una posición mucho mejor después de un incumplimiento y salida. De hecho, es teóricamente posible que un incumplimiento a sus acreedores públicos (junto con la introducción de una nueva moneda, una enorme devaluación, el mantenimiento de una economía abierta, reformas estructurales y mejoras institucionales) represente una mejoría. Mucho más probable es un período de caos y, en el peor de los casos, el surgimiento de un estado fallido. Una Grecia que pudiera gestionar bien una salida también hubiera evitado la situación actual.

Ninguna de las partes debiera subestimar los riesgos. También es crucial evitar el desprecio tan característico de las situaciones tensas causadas por las negociaciones infructuosas.

La irresponsabilidad puede ser una falta grave, pero los griegos han respondido de una manera lamentable. Como el economista irlandés, Karl Whelan, señaló en una intensa respuesta a Giavazzi, la economía griega ha sufrido un colapso asombroso. De pico a valle, el producto interno bruto real agregado se redujo en 27 por ciento, mientras que el gasto real en la economía se redujo en un tercio. El saldo fiscal ajustado al ciclo mejoró en un 20 por ciento del PIB entre 2009 y 2014, y la balanza por cuenta corriente mejoró en un 16 por ciento del PIB entre 2008 y 2014. La tasa de desempleo alcanzó el 28 por ciento en 2013, mientras que el empleo público se redujo en 30 por ciento entre 2009 y 2014. Un ajuste tan extremo hubiera destrozado la política de cualquier país.

Los europeos están ahora lidiando con Syriza a causa de esta calamidad. Pero también están lidiando con Syriza debido a su rechazo a reducir una mayor cantidad de la deuda en 2010. Éste fue un gran error, empeorado todavía más por el colapso subsiguiente de la economía griega. De hecho, la gran mayoría de los préstamos oficiales a Grecia no se hizo para beneficiarlo en lo absoluto, sino para beneficiar a sus irresponsables acreedores privados. Los acreedores también tienen el deber de ser cuidadosos. Si son descuidados, corren el riesgo de sufrir grandes pérdidas. Si los gobiernos desean salvarlos, debieran pedirles a sus propios contribuyentes que salden la deuda.

Grecia también ya ha hecho importantes reformas, incluyendo a sus planes de pensiones y al entorno empresarial. Pero dar marcha atrás con relación a este tipo de reformas sería de hecho un gran error, tal y como lo indican el Eurogrupo y el FMI.
Teniendo en cuenta todo esto, es trágico que la ruptura pueda ocurrir ahora, después de que se ha sufrido tanto. No es demasiado tarde para llegar a acuerdos encaminados a promover la reforma, minimizar la austeridad adicional y volver la deuda manejable. Eso también redundaría en el beneficio de todos a largo plazo. Los parámetros de tal acuerdo también están claros: un pequeño superávit primario a corto plazo, una decisión por parte de la eurozona de liquidar la deuda del FMI y del BCE, acompañada de una reducción de la deuda a largo plazo, y un sólido compromiso por parte del Gobierno griego de implementar audaces reformas estructurales.

Le agrade o no, el Banco Central Europeo es un componente fundamental. Tendrá que decidir cuándo ya no puede utilizar el crédito del Gobierno griego como garantía contra la asistencia de liquidez de emergencia a los bancos griegos. Si Grecia no puede llegar a un acuerdo sobre la liberación de los fondos, parece probable que el BCE elimine su ayuda a los bancos. Eso desencadenaría entonces controles sobre los retiros. Esto pudiera ir acompañado de un plan para la circulación de los recibos de depósito o, en última instancia, de la introducción desorganizada de una nueva moneda.

En este momento, sin embargo, el objetivo debe seguir siendo aplacar las tensiones y asegurar un acuerdo. Sin embargo, en el actual estado anímico de rabia y recriminación, llegar a un acuerdo parece cada vez más improbable. Pero eso no sería el final de la historia. Los europeos no podrán dejar atrás este asunto. Independientemente de si Grecia permanece dentro de la eurozona o no, la mayor parte de los mismos desafíos surgirán. Los europeos todavía tendrían que admitir que no van a recuperar una gran cantidad de su dinero; y todavía tendrían que ayudar a evitar un colapso griego.

Puede que sea un alivio divorciarse de una pareja difícil. Pero la pareja aún existe, incluso después de que este matrimonio monetario se haya terminado. Grecia seguirá estando estratégicamente ubicado e incluso dentro de la UE. Ni los griegos ni sus socios debieran imaginar una ruptura total. La relación va a continuar. Sólo que será venenosa. Si, por desgracia, tal destino no puede evitarse, tendrá que ser manejado por un largo tiempo.

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