Habiendo asumido el mando, May ahora se enfrenta a la monumental tarea de crear un nuevo papel para Gran Bretaña en Europa y el resto del mundo.
Después de pasar varias semanas a la deriva, el país está listo para darle la bienvenida a un Gobierno que muestra firmeza. La decisión que tomó el Banco de Inglaterra de mantener las tasas de interés fue, en retrospectiva, una movida sensata. Ha contribuido al sentimiento de que se está restableciendo la estabilidad, aun si el Banco decide recortar las tasas el próximo mes.
May ha ofrecido una visión de una Gran Bretaña más inclusiva que “funciona para todos” no sólo “unos pocos privilegiados”. Sus declaraciones reconocen la alienación del público con respecto al orden establecido que salió a relucir durante el referendo sobre la Unión Europea (UE). Sin embargo, será difícil lograr sus metas, dado el débil estado de la economía, el nivel de incertidumbre y su estrecha mayoría de a apenas 12 escaños en la Cámara de Comunes.
La Primera Ministra ha prometido implementar el “Brexit”, la salida del Reino Unido de la UE. Pero también ha destacado, con razón, la importancia de mantener la unidad del Reino Unido. Esto implica que, independientemente del acuerdo al que se llegue con la UE, Escocia —que está a favor de permanecer en la UE— será consultada sobre los términos del divorcio, pero no se le permitirá seguir su propio camino.
Salir de la UE involucra la reestructuración más profunda de la política exterior que se ha realizado en Gran Bretaña desde la década de 1960. La confianza de May no puede ocultar la magnitud del reto al que se enfrenta. Ya que los defensores del “Brexit” no proporcionaron un plan concreto para salir de la UE, ella debe forjar una estrategia que impida la división de su partido y que no paralice la economía. Debe comunicar sus ideas a sus socios de la UE, que temen que el “Brexit” provocará un contagio a través del continente.
El equipo de política exterior de May está encabezado por defensores del “Brexit”. Es una movida necesaria e inteligente. Los principales partidarios de salir de la UE ahora tienen la responsabilidad de implementar la política que promovieron con tanto ardor en el país.
El nombramiento de Boris Johnson como Ministro de Asuntos Exteriores ha capturado la atención de todos. El exalcalde extravagante de Londres es famoso por su letanía de errores y ridículas declaraciones, que en parte proceden de su carrera como columnista. Tiene un largo camino por delante para generar confianza a nivel internacional.
Johnson es sólo una potente voz dentro de un gran coro de política exterior. David Davis, un euroescéptico, ahora es el ministro a cargo del "Brexit" y será directamente responsable de negociar con la UE. Liam Fox, el Secretario de Comercio Exterior, tiene la tarea poco envidiable de firmar tratos comerciales con los socios que no son parte de la UE. May y la Oficina del Gabinete tendrán la primera y la última palabra.
En el sector de política interna, May ha tomado la sensata decisión de continuar en las manos seguras de Philip Hammond. El nuevo Ministro de Hacienda ya ha prometido reducir las medidas de austeridad para aminorar el shock económico del “Brexit”.
La visión de May para promover una economía más inclusiva ha generado mayor incertidumbre. Esta visión, combinada con sus anteriores promesas de colocar a trabajadores en las juntas directivas y de evaluar seriamente el nivel de los salarios a nivel ejecutivo, sugiere su disposición a adoptar una posición centrista, aun si esto significa moverse hacia el centro izquierda.
No debería perder de vista lo que asegura la competitividad del Reino Unido a nivel global: el mercado laboral flexible y abierto del país.
May necesita tiempo para diseñar un nuevo camino para el país. Ha demostrado más valentía y resistencia que sus rivales masculinos en la carrera hacia el liderazgo. Estas cualidades y un poco de suerte la ayudarán en los próximos meses.
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