© Darío Mizrahi | Infobae
Luego de diez años de crecimiento sostenido, en los que se consolidó como potencia regional y como un actor cada vez más relevante en el escenario internacional, Brasil comenzó en 2009 un proceso de deterioro económico y político, que en este 2015 se transformó en crisis.
Los primeros síntomas se sintieron en 2007. El comercio neto de bienes y servicios había cerrado el año anterior con un superávit de 36.804 millones de dólares, según estadísticas del Banco Mundial, pero desde entonces no detuvo su caída. En 2010 entró por primera vez en déficit, con un saldo negativo de 10.688 millones de dólares, y ya no se recuperó. Si bien en 2011 tuvo un ligero repunte, el sector externo se derrumbó en los años siguientes, y cerró en 2014 con un déficit de 54.540 millones de dólares.
Al nivel general de la economía, el primer impacto fuerte se sintió en 2009. Golpeada por la crisis financiera internacional, el PIB se contrajo un 0,2 por ciento. Es cierto que luego experimentó un rebote y creció 7,6%, pero no fue más que un espejismo.
El estancamiento se fue haciendo patente en 2012 y 2013, que cerraron con niveles de crecimiento inferiores al 3%, y era una realidad ineludible a fines del año pasado, que terminó con un magro 0,1 por ciento. Todas las proyecciones indican que la tendencia bajista se profundizará. Según el pronóstico del Banco Mundial, Brasil entrará formalmente en recesión este 2015, que concluirá con una retracción de su PIB del 1,3 por ciento.
Advertida de la gravedad de esta situación, Dilma Rousseff asumió este primero de enero con el desafío de ordenar las cuentas y encauzar al país por la senda del crecimiento. Para ello, y a pesar de los reparos del ala izquierda de su partido, el PT, nombró como ministro de economía al liberal Joaquim Levy.
Pero todo indica que reaccionó tarde. Disgustada con el deterioro de la calidad de vida, la ciudadanía brasileña se volvió menos tolerante con la corrupción, que se hizo muy evidente con elescándalo de las coimas en Petrobras, en el que están involucrados hombres de la primera línea del oficialismo.
En este contexto de crisis económica y política, la Presidente parece no tener autoridad para realizar los cambios necesarios. Su popularidad cayó por debajo del 8%, algo sin precedentes desde el retorno de la democracia.
“La recesión en Brasil es muy profunda, y el horizonte es incierto, porque el centro de gravedad se ha desplazado del problema económico a la cuestión política”, explica a Infobae el economistaJorge Vasconcelos, vicepresidente del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL).
Más del 60% de la población está a favor de que Rousseff sea sometida a un juicio político por su responsabilidad en los casos de corrupción, una idea que crece entre los opositores. Como si fuera poco, el apoyo del PMDB, principal aliado en la coalición electoral que encabeza el PT, está cada vez más en duda.
Así, no debería sorprender a nadie que, tras una devaluación de 10% en julio, de 27% en lo que va del año y de más de un 50% en los últimos 12 meses, el real haya terminado la semana en una paridad de 3,42 con el dólar, su nivel más bajo en 12 años.
Las consecuencias de subordinar la economía a la política
“En Brasil se dio el caso clásico de un desborde fiscal muy
grande antes de una elección. Eso produce un aumento progresivo de la
tasa de inflación, lo que atrasa el tipo de cambio real”, dice Gerardo
della Paolera, doctor en economía y profesor de la Universidad de San
Andrés, Argentina, consultado por Infobae.
Sin embargo, como lo muestran las estadísticas, los
problemas económicos comenzaron antes de 2014. Y los errores de
Rousseff, también.
“Cuando la economía china perdió aliento, Brasil se quedó
sin sustento, con bajo nivel de inversión, expansión del consumo a costa
del endeudamiento de las familias y la cuenta corriente en deterioro
permanente. En los últimos años, la erosión de la situación política,
con un Poder Ejecutivo cada vez menos efectivo, el cuadro se agravó y
llegamos a la situación actual”, explicaFernando Cardim de Carvalho,
economista del Instituto Brasileño de Análisis Sociales y Económicos, y
profesor de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, en diálogo con Infobae.
De la mano de la desaceleración china, la región afrontó un
duro golpe: la baja en el precio internacional de los commodities. Eso
provocó una caída de los términos de intercambio, que habían alcanzado
un pico entre 2011 y 2012. Si bien todavía siguen siendo altos a nivel
histórico, están un 25% por debajo del nivel de hace tres años.
“Brasil tiene menor capacidad de ahorro porque bajó el
precio de los bienes que exporta -dice Vasconcelos. Entonces, lo que
había que hacer era regenerar condiciones de competitividad, para que
recuperaran dinamismo otras exportaciones, y para que no decayera la
inversión. Es decir, paliar la pérdida de términos de intercambio con
ahorros más genuinos. Eso implicaba quelas políticas fiscales fueran más
prudentes, y no más expansivas, como terminaron siendo. Hubo un
diagnóstico equivocado y actuaron en consecuencia, con lo que se
alejaron de la solución del problema”.
Hacia adelante, la crisis puede profundizarse, o bien, si
las cosas evolucionan favorablemente, contenerse. Pero ni siquiera en el
último escenario cabe esperar que el país se recupere y vuelva a crecer
en el corto plazo.
“Si cae la inversión extranjera directa, Brasil se va a ver
obligado a hacer un ajuste muy fuerte del sector externo. El déficit de
cuenta corriente fue del 4,4% del PIB en 2014, y cuando eso ocurre es
porque se está gastando más de lo que se ahorra internamente. Los datos
del segundo trimestre muestran que Brasil ya está ajustando un punto del
PIB su déficit de cuenta corriente”, dice el economista de IERAL.
“Pero -continúa-, si la situación se complica aún más, ése
sería un escalón intermedio. En un escenario en el que la entrada de
capitales siga disminuyendo, estaría obligado a hacer un ajuste mayor.
Con lo cual, el tipo de cambio, que ya se ha devaluado en forma
significativa, podría profundizar la tendencia”.
Para Cardim de Carvalho, se avecina un futuro negro. “Ahora
estamos sufriendo una onda inflacionaria grave, con la expectativa de
que cierre en 10% este año. Lo que necesitamos para resolver este
problema es exactamente lo que no tenemos: un liderazgo político capaz
de proponer al país una estrategia de desarrollo efectiva. Pero en
Brasil la Presidencia se derritió, y se convirtió en una silla vacía. El
principal liderazgo opositor es completamente irresponsable y el poder
político cayó en manos de lo más retrógrado del Congreso. En estas
circunstancias, no se vislumbra la posibilidad de mejoras”.
La amenaza para los vecinos
Brasil se ha consolidado en las últimas décadas como
potencia y motor de la economía sudamericana. Pero no todos los países
de la región están igualmente condicionados por el rendimiento de su
economía.
En principio, los más expuestos a sufrir las consecuencias
de la crisis son sus socios históricos en el Mercosur, Argentina,
Paraguay y Uruguay. Pero aún entre ellos hay diferencias.
“Argentina es un país muy ‘Brasildependiente’ en la parte
industrial. Como su industria tiene más peso y tradición que la
paraguaya o al uruguaya, es el más afectado. A pesar de eso, los otros
dos vienen empujando para que el Mercosur haga acuerdos con otras
regiones del mundo. Argentina, en cambio, está demorada”.
A una semana de las elecciones primarias que definirán los
candidatos a presidente que sucederán a Cristina Kirchner, los
principales contendientes tienen un ojo puesto en lo que pase con su
vecino del norte. Saben que la evolución de la crisis va a ser
determinante para el futuro gobierno.
“El real brasileño va a estar en los niveles actuales, 10
centavos más abajo o 40 más arriba. Dejó de ser la moneda apreciada con
la cual convivió Argentina durante muchas años. Es un dato clave para la
política económica. No hay que olvidar que uno de los factores que
llevó al fin de la convertibilidad (un peso igual a un dólar) a fines de
los 90 fue la devaluación brasileña de enero de 1999″, dice
Vasconcelos.
“Argentina no puede diseñar una política económica para los
próximos cinco años ignorando este escenario, porque el 50% de sus
exportaciones industriales argentinas van a Brasil, y porque además
ambos compiten”, agrega.
De todos modos, hoy el país no es tan vulnerable como en
1999. Ya no hay un tipo de cambio atado al dólar y el sistema financiero
es más chico.
“Lo que puede provocar la crisis brasileña es una caída muy
fuerte en el nivel de actividad, especialmente en la industria
automotriz, y un empeoramiento de la competitividad de las economías
regionales, que están absolutamente diezmadas”, concluye Della Paolera.
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