Leo Zuckermann
Leo Zuckermann es analista político y académico mexicano. Posee una licenciatura en
administración pública en El Colegio de México y una maestría en políticas públicas en la
Universidad de Oxford (Inglaterra). Asimismo, cuenta con dos maestrías de la Universidad de
Columbia, Nueva York, donde es candidato a doctor en ciencia política. Trabajó para la
presidencia de la República en México y en la empresa consultora McKinsey and Company.
Fue
secretario general del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde actualmente
es profesor afiliado de la División de Estudios Políticos. Su columna, Juegos de Poder, se publica
de lunes a viernes en Excélsior, así como en distintos periódicos de varios estados de México. En
radio, es conductor del programa Imagen Electoral que se trasmite en Grupo Imagen. En 2003,
recibió el Premio Nacional de Periodismo.
Firmado por Adam Thomson, el prestigiado diario británico The Financial Times publicó la
semana pasada un artículo que decía: “El jueves, el peso mexicano cayó a un mínimo de tres
años después de que una encuesta influyente mostrara al candidato de la izquierda para
la elección presidencial de julio ganándole terreno al principal candidato centrista”. Se
refería a la encuesta del periódico Reforma que ponía a López Obrador a cuatro puntos de
distancia de Peña Nieto. Aunque Thomson también reconocía que la devaluación del peso “fue
impulsada por los decepcionantes datos económicos de Estados Unidos”, el corresponsal dedicó
su artículo a hablar de la elección presidencial mexicana.
Después de leer esta nota, le hablé a Raúl Feliz, economista del CIDE y uno de los analistas
financieros más serios y mejor informados del país, para preguntarle si la devaluación del peso se
debía al miedo de los inversionistas ante el surgimiento de López Obrador en las encuestas. Raúl
fue contundente: “De ninguna manera”.
Para Feliz, el peso se estaba devaluando por la
crisis del euro y una de sus posibles consecuencias: la desaceleración en el crecimiento
económico de Estados Unidos y, por tanto, de México. En otras palabras, no era la política
electoral la que le estaba pegando a nuestra moneda sino la incertidumbre económica
internacional.
El miércoles, en un interesante y serio artículo de Rogelio Ramírez de la O en El Universal, el que
sería el secretario de Hacienda, en caso de que López Obrador ganara la Presidencia, argumenta
que “el peso se ha debilitado por la crisis económica de España”. Explica a profundidad la crisis
del euro que se ha extendido de Grecia a la Península Ibérica y el problema que tienen los
europeos para mantener su unidad monetaria. Afirma que “el principal canal de transmisión de la
crisis española a México es el sistema financiero y en concreto el tipo de cambio del peso. Esto
porque los bancos españoles necesitan capital en Madrid y otros inversionistas necesitan
cubrir riesgos. Los dos bancos españoles representan casi 40% de nuestros depósitos. Han
hecho y seguirán haciendo repatriación de utilidades y por eso la presión sobre el peso seguirá
siendo extraordinaria durante el tiempo que dure esta crisis”.
Desgraciadamente el artículo de Ramírez de la O es sólo de diagnóstico y no prescriptivo.
Hubiera sido muy interesante saber qué haría el gobierno de López Obrador, en caso de
ganar el próximo primero de julio, para paliar los efectos negativos de la crisis europea en
México, lo cual me lleva al punto central de este artículo. Quedan pocos días en las campañas
presidenciales y los mexicanos no sabemos qué harían los candidatos en caso de ganar la
presidencia para enfrentar un problema económico que ya tenemos encima. Mucho se habla de
sus propuestas para mejorar la educación, salud o vivienda pero nada de un asunto tan urgente
como es la reacción de México frente a la crisis del euro y sus posibles consecuencias.
López Obrador ya reveló que, de ganar, nombraría a Ramírez de la O como su secretario de
Hacienda. Ahora tendrían que decirnos qué van a hacer a partir del 2 de julio para defender a la
economía mexicana frente a la tormenta internacional que ya tenemos encima. En el caso de
Peña Nieto y Vázquez Mota, mandarían un mensaje de mucha seriedad y responsabilidad
si en estos días anunciaran quién sería su secretario de Hacienda, en caso de ganar, y
qué políticas pondrían en marcha a partir del 2 de julio de manera coordinada con la
administración saliente del presidente Calderón. Esto le inyectaría una buena dosis de
certidumbre a la economía nacional en un momento delicado de gran turbulencia internacional
debido a la crisis del euro.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx
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