Así, el crecimiento potencial de las economías avanzadas a una tasa de 1,5% de 2015 a 2020, se mantendrá por debajo de las tasas previas a la crisis, que eran, en promedio, de 2,5% en el periodo 2001-2007. En los mercados emergentes, como se observa en el gráfico, que habían crecido a tasas de 7% en promedio de 2001 a 2007, "se prevé que el crecimiento del producto potencial disminuya más a mediano plazo”, con una estimación del 5%.
Lo preocupante es que esta declinación en las tasas de crecimiento se da tanto en el factor capital como en el empleo y, en especial, en la productividad, puesto que las mejoras tecnológicas y educacionales observadas a principios de siglo, ya no tendrán en adelante sus grandes retornos.
Cabe recordar que las economías emergentes habían desplazado, como motor del crecimiento, a las economías avanzadas, por lo que tendrán fuertes impactos a mediano y largo plazo, una disminución de su capacidad de crecimiento del producto potencial y en la expansión del comercio mundial, en particular, en la demanda de materias primas que son importantes para economías en desarrollo como la boliviana.
Pero, adicionalmente al lento crecimiento del producto mundial, se suma la ralentización del comercio mundial, que de tasas de crecimiento del orden del 7%, entre 1987 y 2007, declinó a tasas en torno al 3% entre 2012 y 2014, registrándose, por primera vez en más de cuatro décadas, un crecimiento del comercio mundial a una tasa menor a la del producto mundial -como señala un documento de trabajo del FMI (WP/15/6)-, cuando antes lo hacía a tasas muy por encima, incluso en años de recesión.
La gran pregunta, que siempre tenemos que responder los economistas y que generalmente no lo hacemos bien, es si son factores estructurales, de largo plazo, o sólo cíclicos, es decir transitorios, los que explican este comportamiento.
Dependiendo de la respuesta, las derivaciones que se obtengan varían mucho. Si el menor crecimiento es debido a factores estructurales, como señala el informe del FMI, la ralentización observada puede persistir en los próximos años. Y, lamentablemente, encuentra que el crecimiento lento está asociado a un cambio estructural, a factores más duraderos, y que, por lo tanto, afectará al crecimiento potencial del producto mundial debido a la alta relación entre ambos.
Concluye que la alta fragmentación de la producción, a través de las cadenas de valor o "fábricas” de Estados Unidos, Europa y China, resultante de una nueva división internacional del trabajo al interior de las propias manufacturas o comercio intraindustrial, que fue el motor del crecimiento del comercio mundial, parece que ahora ha quedado sin propulsión.
Un comercio mundial débil no es resultado, como en el pasado, de un incremento del proteccionismo, puesto que se está dando paradójicamente en un mundo de abundancia de tratados de libre comercio bilateral, regional y transoceánico.
Sin embargo, una explicación que aparece en las Perspectivas de la Economía Mundial, es el "desempeño decepcionante de la inversión fija privada” en viviendas y en empresas, con una disminución del 25% en las economías avanzadas desde la crisis financiera, y el "enfriamiento” de la inversión privada en las economías emergentes y en desarrollo.
Todos los factores mencionados: el débil crecimiento del producto y el comercio mundial, junto a la caída de la inversión fija privada, parece que han alterado la conjunción de los astros que se observaban a principios de siglo, y que se han ido desalineando, empezando por los minerales, los productos alimenticios y recientemente los hidrocarburos. Por ello, países como Bolivia deben hacer un seguimiento de las condiciones cambiantes del escenario mundial, si son sólo transitorias o de mayor duración, para aplicar un programa de medidas que haga frente a un contexto mundial muy adverso.
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