A continuación les presento seis de éstos, cada uno de los cuales plantea obstáculos intelectuales y emocionales para alcanzar una solución.
1. La salida griega ayudaría a la eurozona: “¿Existe alguien que me ayude a deshacerme de este turbulento clérigo?” Ésta es la pregunta que se supone que hizo Enrique II refiriéndose al arzobispo Tomás Becket. Wolfgang Schäuble, ministro de Finanzas alemán, debe pensar lo mismo de sus socios griegos. Para el rey de Inglaterra, sin embargo, el cumplimiento de su deseo fue un desastre. Es probable que algo similar suceda si Grecia sale de la eurozona. Es verdad que, si Grecia sufriera una calamitosa secuela, las campañas populistas en otros lugares serían menos eficaces. Pero la membresía a la eurozona dejaría de ser irrevocable. Cada crisis podría desencadenar una especulación desestabilizadora.
2. La salida griega ayudaría al país: Muchos creen que un nuevo dracma débil ofrece una manera fácil de lograr la prosperidad. Pero esto sólo sucederá si la economía puede fácilmente incrementar su producción de bienes y servicios competitivos a nivel internacional. Grecia no está en capacidad de hacerlo. Y es posible que las consecuencias inmediatas incluyan controles de cambio, incumplimientos, un cese del crédito externo, y más inestabilidad política. Una moneda estable es importante, sobre todo en un país mal administrado. Abandonarla conlleva un costo.
3. Grecia tiene la culpa: Nadie se vio obligado a otorgar préstamos a Grecia. Inicialmente, los prestamistas privados estaban dispuestos a prestar al Gobierno griego bajo los mismos términos que los del alemán. Sin embargo, la naturaleza de la política griega, elocuentemente descrita en el libro ‘The 13th Labour of Hercules’ de Yannis Palaiologos, era evidente. En 2010, se hizo evidente que el dinero no sería reembolsado. En vez de consentir en aceptar el descuento que era necesario, los gobiernos (y el Fondo Monetario Internacional) decidieron rescatar a los acreedores privados refinanciando a Grecia. Comenzó así el juego de “extender y fingir”. Los prestamistas sin inteligencia pierden dinero. Esto siempre sucede. Y sigue sucediendo en la actualidad.
4. Grecia no ha hecho nada: Grecia ha experimentado un enorme ajuste de sus posiciones fiscales y externas. Entre 2009 y 2014, el saldo fiscal primario (antes de intereses) fue reducido en un 12 por ciento del producto interno bruto (PIB), el déficit fiscal estructural en un 20 por ciento del PIB y la balanza por cuenta corriente en un 12 por ciento del PIB.
Entre el primer trimestre de 2008 y el último de 2013, el gasto real de la economía griega se redujo en un 35 por ciento y el PIB en un 27 por ciento, mientras que el desempleo alcanzó el 28 por ciento de la fuerza laboral. Éstos son enormes ajustes. De hecho, una de las tragedias ocasionadas por la discrepancia acerca de las condiciones de la ayuda es que el ajuste ha ocurrido. Grecia no necesita recursos adicionales.
5. Los griegos reembolsarán su deuda: Este mito se deriva en parte de la negativa a reconocer los costos hundidos. Tanto los préstamos malos como el ajuste a la cesación de esos préstamos se encuentran en el pasado. Lo que queda por determinarse es si los griegos dedicarán las próximas décadas a pagar una enormidad de préstamos que nunca debieran haberse otorgado. Lo que empeora la situación es que la carga de la deuda se ha duplicado en relación al PIB desde la crisis, a pesar de la reestructuración. Una condonación de la deuda es inevitable. De hecho, un informe del Centre for Economic Policy Research señala que la deuda excesiva se cierne sobre toda la eurozona, no sólo Grecia.
6. Un incumplimiento implica la salida de Grecia: Un sexto mito es que si Grecia no cumple con sus pagos, tendrá que crear una nueva moneda y así salir de la eurozona. Es posible que si el Gobierno griego no cumpliera con sus pagos, los bancos griegos ya no se considerarían subvencionables con préstamos de emergencia del banco central griego.
Si esto sucediera, los bancos con seguridad tendrían que poner un alto a los retiros. Incluso podría haber un cese en los pagos. Algunos argumentan que el Banco Central Europeo (BCE) no tendría más derecho a dejar de actuar como prestamista de última instancia en relación con los bancos griegos que el que tuvo la Reserva Federal estadounidense de dejar de otorgar préstamos a los bancos en Detroit después de que el gobierno de la ciudad dejó de pagar su deuda.
Pero existe una diferencia. Ningún banco estadounidense hubiera estado tan a la merced de Detroit como para volverse insolvente por su incumplimiento. Sin embargo en la eurozona, la cual cuenta con 19 mercados bancarios separados, uno para cada miembro, con el soberano desempañando un importante papel en cada uno, un incumplimiento por parte de un gobierno nacional podría llevar a la quiebra a los bancos nacionales.
El BCE no debe otorgar préstamos a bancos que son evidentemente insolventes. La pregunta sería entonces cómo responder. Sería posible administrar la economía griega con el funcionamiento restringido de sus bancos. El Gobierno griego, con su enorme necesidad de fondos, pudiera amortizar sus deudas con pagarés, los cuales aceptaría como pago de sus obligaciones consigo misma. Si bien ésta no es una solución deseable, sería posible.
El tratar de acabar con los mitos no proporcionará una solución satisfactoria. Pero podría representar un punto de partida. Un acuerdo que contenga una reducción permanente de la carga de la deuda después de la finalización de las reformas en el funcionamiento de la economía y el sistema gubernamental griego sería el mejor resultado. De hecho, Palaiologos demuestra que Grecia tiene un problema de desarrollo más que solamente uno de carencia de reformas económicas. Pero un acuerdo como éste sólo funcionaría si los griegos se comprometieran a cumplirlo.
7. Un séptimo mito (posiblemente el más peligroso de todos) es que las reformas acordadas bajo coacción funcionan. Casi nunca se obtiene ese resultado.
Si no se pudiera llegar a un acuerdo, el resultado menos negativo pudiera ser el aceptar la realidad del incumplimiento y dejar que Grecia decida qué hacer. Sin duda alguna, ése sería un resultado desfavorable. Pero ¿quién está contando con uno mejor?
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