En lugar de ello, Najib (quien recientemente se regocijó al encontrar 700 millones de dólares en su cuenta bancaria personal procedentes de un donante anónimo del Medio Oriente) parecía saborear la oportunidad de dar la bienvenida al presidente de Estados Unidos y al primer ministro chino, quienes estaban en Kuala Lumpur la semana pasada para asistir a reuniones regionales.
Y Najib debería haberla disfrutado. Barack Obama (quien necesita urgentemente a Najib para apoyar una extensa agenda que cubre desde la lucha contra el terrorismo hasta el libre comercio) fue definitivamente moderado con el líder, quien está acusado de malversación de fondos estatales en una escala masiva. Entre otras cosas, Obama elogió a Malasia como "extraordinariamente útil" en la lucha contra el Estado Islámico (EI) con una contrastante narrativa moderada del Islam.
El presidente Obama también reconoció la importancia de Malasia como signatario del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP), un pacto comercial que Washington espera que una a Estados Unidos con la región más dinámica del mundo y complementará su muy discutido (aunque no realmente puesto en práctica) pivote militar hacia el Pacífico.
Li Keqiang, el líder chino, fue todavía más allá. Él colmó a Najib de regalos, como si 700 millones de dólares no fueran suficiente. La compañía estatal Grupo General de Energía Nuclear de China (CGN, por sus siglas en inglés) pagó 2,3 mil millones de dólares para comprar activos de energía pertenecientes a 1MDB, aliviando así el sufrimiento ocasionado por la deuda. Li habló animadamente sobre el potencial de otras grandes inversiones chinas, incluyendo un enlace ferroviario de alta velocidad desde Kuala Lumpur hasta Singapur. Los dos intercambiaron compras de las deudas de cada quien como si fueran amantes intercambiando poemas.
El ascenso de China habitualmente representa a los países asiáticos una decisión difícil. En el caso de Australia, por ejemplo, ¿cómo debería equilibrar sus intereses comerciales con China, con mucho su mayor socio comercial, en contraste con sus serios intereses de seguridad con Estados Unidos? La respuesta es que no siempre es fácil. Australia (cuyos 24 años de crecimiento libres de recesión se deben en gran parte a una demanda de materias primas por parte de China que hasta ahora ha sido voraz) tiene una relación delicada con su benefactor económico. Sídney ha sido cautelosa acerca de las inversiones chinas en campos agrícolas, telecomunicaciones y minerales.
Sin embargo, para los países menos acaudalados puede existir una alternativa: enfrentar a uno contra el otro para obtener el mejor trato posible. Un ejemplo de ello es Pakistán. Islamabad, intermitente aliada de Washington, se ha mantenido constantemente cerca de Beijing. El país ha sido premiado con la promesa de grandes inversiones en sus deteriorados sectores de energía y transporte. China ha hablado grandiosamente de la construcción de un corredor de 1.800 millas de longitud que une al puerto de aguas profundas paquistaní en Gwadar con su inestable región de Xinjiang. La materialización de sólo una fracción de los 46 mil millones de dólares que Beijing prometió podría conllevar un efecto transformador.
Indonesia también ha actuado con astucia. Recientemente, el país creó un enfrentamiento no de China contra Estados Unidos, sino contra Japón. Después de años de hablar con Tokio sobre un tren bala de 5 mil millones de dólares, en el último minuto Yakarta decidió aceptar la propuesta china. Beijing ofreció un acuerdo de financiamiento demasiado bueno como para dejarlo pasar. Los sorprendidos diplomáticos japoneses prometieron redoblar sus esfuerzos para ganar el enlace ferroviario de Kuala Lumpur a Singapur que también está en la mira de Beijing.
Este tenue tipo de altercados comerciales (aunque menos propenso a conseguir titulares que las disputas sobre islas artificiales en el mar de China Meridional) puede resultar ser más significativo. Si Washington tiene el TPP, Beijing cuenta con el Acuerdo de Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés). Estados Unidos tiene el Banco Mundial y el Banco Asiático de Desarrollo (ADB, por sus siglas en inglés). En la actualidad Beijing cuenta con el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura (AIIB, por sus siglas en inglés), el cual podría poner en marcha proyectos de financiación el año próximo.
La mejor ventaja de Beijing puede ser su iniciativa "Un Cinturón, una Ruta" diseñada para unir China con Europa y Medio Oriente a través de vías férreas, carreteras y puertos que abarcan el centro de Asia y los océanos Pacífico e Índico. Para los múltiples países que se encuentran a lo largo de esas rutas, desde Myanmar y Kazajistán hasta Indonesia y Sri Lanka, esto representa ventajas en dinero y en construcción. Y el dinero manda.
Sin embargo, el dinero sólo tiene poder hasta cierto punto. Myanmar, Sri Lanka y Filipinas se han resistido a la fuerza gravitacional de China. La reforma política y las propuestas de Myanmar dirigidas a Washington fueron impulsadas por el miedo de los generales de estar endeudados con Beijing. Los votantes de Sri Lanka expulsaron al expresidente Mahinda Rajapaksa porque era percibido como demasiado amigable con China. Y Filipinas ha dado prioridad a sus preocupaciones de seguridad sobre las económicas, arriesgando provocar la ira de China (y los boicots de bananas) al llevar a Beijing ante el tribunal internacional por una disputa de soberanía.
Está claro que existe una batalla para ganar los corazones y las mentes de Asia. Y se ganará con la ayuda tanto de ingenieros como de estrategas militares.
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