Los títulos de deuda del sector privado doméstico de los países del
grupo de los siete, incluyendo títulos de corto plazo y papel comercial,
sumaron al finalizar 1998 casi 10 billones de dólares, de los cuales casi
6 billones corresponden solamente a los Estados Unidos. Durante las
semanas de agosto a octubre de aquel año, en medio de la más profunda
crisis financiera en años recientes, la sobretasa en la colocación de
bonos, incluso de aquellos con elevada calificación, casi se duplicó. El
problema radica precisamente en el doble movimiento de descenso en el
valor de los activos financieros, junto con la elevación del costo del
crédito, con lo que la rentabilidad de las posiciones de los hegde funds
se desploma o incluso registra pérdidas. Solamente el descenso en las
tasas de interés de la Reserva Federal estadounidense sumadas a la
caída del dólar frente al yen y al marco lograron estabilizar nuevamente
el costo del crédito, descendiendo las presiones sobre la liquidez. Sin
embargo, el problema de la elevada exposición al riesgo de los
intermediarios altamente apalancados continua siendo un elemento de
fragilidad en los mercados financieros principalmente de los países
desarrollados.
La rentabilidad de los mayores bancos estadounidenses tuvo una caída
de casi una tercera parte durante 1998, aunque se recuperó durante
1999 (FMI, octubre de 1999). Muchos de los mayores bancos
enfrentaron pérdidas derivadas de su posesión directa de títulos y su
exposición en los hegde funds, además de la declinación de sus
ganancias en el comercio de títulos. De ahí que se haya iniciado una
nueva ola de fusiones, buscando mantener o elevar las ganancias de los
accionistas. Sin embargo, bajo la consideración de que la economía de
Estados Unidos se encuentra en una etapa muy avanzada del ciclo
económico, el temor de un nuevo descenso en la posición de los bancos ha incrementado la necesidad de acelerar la reforma financiera que se
discute en el Congreso desde hace varios años, reforma que contempla
levantar las restricciones entre los bancos comerciales y el resto de la
industria financiera que, de aprobarse, desatará una nueva ola de
fusiones. 31 La reforma no se apoyó según consta en los diferentes
informes32 de la Reserva Federal donde se analiza la participación de
los hedge funds en el estallido de las recientes crisis financieras, por lo
cual son el centro de las preocupaciones de quienes se encargan de
crear las normas de supervisión y regulación que se espera formen parte
de la llamada “nueva arquitectura financiera internacional”; lo que se
busca fundamentalmente es que los mercados sean transparentes, de tal
forma que proporcionen suficiente información sobre las operaciones
que en ellos se realizan, para evitar así más crisis. Sin embargo, el
fortalecimiento de la transparencia enfrenta el obstáculo principal de
los propios intermediarios y sus reticencias a procesos que impliquen
una mayor revelación de sus posiciones, así como el hecho de que éstas
cambian de un momento a otro. A pesar de todo, los distintos informes
no incluyen recomendaciones que impliquen una mayor regulación
directa de los gobiernos sobre los hedge funds, sino en todo caso sobre
la supervisión de las posiciones de financiamiento de los bancos y otros
intermediarios hacia esos fondos.
En su mayoría, los hedge funds combinan varias monedas fuertes en sus
inversiones de alto riesgo y mueven grandes cantidades de flujos de dinero especulando con los diferenciales de los tipos de cambio y según
el nivel de riesgo de los países. Las pérdidas o ganancias de los fondos
dependen de la habilidad de sus administradores en la toma de
decisiones.
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