Al releer el libro El Crac del 29 de John Kenneth Galbraith (1969)
referido a una de las crisis más profundas del capitalismo, parecería
que la reseña hecha por el autor corresponde a la crisis financiera que
asola al mundo desde fines del siglo XX. Como se ha visto a lo largo de
este trabajo, los antecedentes de esta crisis se encuentran en el proceso
de desregulación y liberalización financiera de los sistemas financieros
nacionales en los ochenta y en las crisis bancarias de varios países
conforme se iban integrando al mercado financiero internacional. La
profundidad de la crisis hacía prever desde fines de 1999 que ocurrirían
fuertes pérdidas en el valor de los títulos de las empresas. Pero el
pánico financiero se dio con la destrucción de las torres gemelas en
Nueva York, que aceleró el proceso de incertidumbre no sólo en EUA,
sino en el mercado financiero internacional. Este fenómeno se ve
acompañado por la recesión económica global.
Las crisis financieras son inherentes al sistema capitalista y se
presentan a lo largo de su historia con las características de cada época;
sin embargo, es importante recalcar que el proceso de destrucción e
innovación siempre las acompaña. Cuando el sector productivo crea
nuevos bienes de consumo destruye los anteriores para dar al mercado
esos nuevos productos y generar así nuevas necesidades de consumo.
En el capitalismo siempre se produce para un grupo selecto del que
queda marginado el grueso de la población que no tiene acceso al
mercado. El Estado es el único que puede generar bienestar ampliando
su gasto social para lo cual necesita de recursos.
Hoy en día se debate la integración del mercado financiero global y se
hace necesario replantear un acuerdo financiero y un sistema
económico con equidad y desarrollo. La globalización no puede seguir desplazando mano de obra pues ello afecta a la demanda efectiva que
reactiva el crecimiento.
Es lamentable que en estos momentos los líderes mundiales consideren
que la guerra y el gasto militar son la única vía para reactivar la
economía. La política monetaria ha demostrado que no reactiva la
economía aún llegando a tasas cero de interés. Es importante retomar
el papel que Keynes y los neokeynesianos asignan al Estado, sólo éste
puede aplicar una política anticíclica.
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