lunes, 23 de mayo de 2016

Las tres crisis que enfrenta el nuevo Presidente de Brasil

Brasil tiene un nuevo presidente. Como se esperaba, el Senado votó a favor de someter a juicio político a Dilma Rousseff, mientras el Senado analiza su caso. En el ínterin, Michel Temer, el vicepresidente, pasa a ser Jefe de Estado, aunque, ya que la decisión de los senadores fue tan abrumadora (55 de 81 votaron en contra de ella), es probable que Rous- seff pierda el juicio. Si ése es el caso, el voto efectivamente destituye a Rousseff dos años y siete meses antes del fin de su mandato. También concluyen 13 años de Gobierno de su izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), el último giro hacia el centro político en América del Sur conforme la región enfrenta el fin de su auge económico impulsado por los productos básicos.

Temer, del opositor Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), enfrenta una tarea abrumadora. Ceremonioso y de voz suave, este abogado constitucional de 75 años de edad debe lidiar con tres crisis simultáneamente. ¿Tendrá la capacidad de lograrlo?

La primera y más importante es el prolongado deterioro económico de Brasil. La inversión ha decaído y el crédito al consumo se ha estancado en medio de la peor recesión en un siglo. La prioridad de Temer es estabilizar la economía tratando de reavivar la confianza del sector privado.

Una nota positiva es que ya ha comenzado a armar un equipo económico fiable. Henrique Meirelles, exdirector del banco central, asume como el nuevo ministro de Finanzas, mientras que Ilan Goldfajn, un respetado economista, podría dirigir el banco central (designación que estaba reservada para hoy). La designación de tecnócratas de este calibre debería generar expectativas positivas, lo cual reduciría las primas de riesgo y los costos de los préstamos. Aunque todo esto aún dista mucho de las reformas estructurales que Brasil necesita para reactivar su economía, es un comienzo apropiado y necesario.

La siguiente es la crisis ética de Brasil, en especial las diversas investigaciones por corrupción, como la investigación Lava Jato sobre Petrobras, que pesan sobre gran parte del Congreso, incluyendo a Temer, y las cuales también son indirectamente responsables del juicio político de Rousseff.

Temer debe permitir que estas investigaciones sigan su curso, Aunque él mismo quede expuesto, cualquier otra cosa erosionaría su ya débil mandato popular.

La tercera crisis de Brasil yace en los acuerdos políticos que lo convierten en una de las democracias presidenciales más fragmentadas y difíciles de manejar del planeta, con una cifra de alrededor de 30 partidos políticos. Sin embargo, reformar el sistema político de Brasil es una tarea para el presidente que resulte electo en las elecciones previstas para 2018.

De hecho, en un mundo ideal, Brasil hubiera abordado esta triple crisis mediante nuevas elecciones. Eso hubiera limpiado el Congreso de sus políticos contaminados por la corrupción, mientras que el nuevo presidente hubiera disfrutado del mandato popular necesario para lograr los cambios que necesita el país.

Pero bajo el sistema presidencial de Brasil con mandatos fijos, las elecciones anticipadas sólo se pueden convocar mediante una reforma constitucional, lo cual resulta muy poco probable en la actual situación política polarizada.

En su lugar, Temer comienza su presidencia en medio de la controversia. El fundamento jurídico del juicio político a Rousseff es una impugnada acusación técnica de que ella manipuló el presupuesto.

El proceso fue iniciado por un exjefe del Congreso, quien desde entonces también ha sido acusado.

Los partidarios de Rousseff lo consideran un golpe de estado, una narrativa que sin dudas desarrollarán en la oposición, debilitando posiblemente la administración de Temer.

El resultado dista de ser perfecto. Sin embargo, Temer es un hábil negociador y, por el momento, cuenta con el apoyo del Congreso y del sector empresarial. Si es capaz de garantizar un paso seguro para la economía y permitir que continúe la purga de la corrupción, también dejará un legado considerable. Éstas son grandes incógnitas, pero no es inconcebible que las convierta en realidad.

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