La economía mundial está mejorando. La pregunta es cuán fuerte y duradera será esta mejora. La recuperación pudiera decepcionar, durar por un tiempo o marcar el comienzo de un período de rápido y sostenido crecimiento. Esto último parece ser el resultado menos probable. Pero el fracaso no está predestinado.
Las Perspectivas de la Economía Mundial (WEO, por sus siglas en inglés) del Fondo Monetario Internacional (FMI) exponen los asuntos. Se había anticipado que la economía mejorara, y puede que esté sucediendo. El año pasado, la economía mundial creció un 3,1 por ciento (a paridad de poder adquisitivo). El FMI actualmente prevé un crecimiento del 3,5 por ciento en 2017 y del 3,6 por ciento en 2018. Estas predicciones son más o menos idénticas a las publicadas en octubre pasado. Como observa el WEO, incluso el comercio mundial se está fortaleciendo. Sin embargo, a este repunte hay que ponerlo en contexto: surge después de muchos años de reducciones en los pronósticos. El futuro augura ser mucho peor de lo que parecía que iba a ser tan sólo hace unos años.
La razón más importante de la recuperación es que tres choques sucesivos (la crisis financiera de 2007-09, la crisis de la eurozona de 2009-2013 y las caídas de los precios de los productos básicos de 2014-15) se están quedando en el pasado. La mayoría de las economías afectadas disfruta de recuperaciones cíclicas: de hecho, se prevé que todas las regiones y las economías más importantes disfruten de cierto crecimiento. A medida que estos choques se han desvanecido, la confianza ha regresado. Las crisis financieras, en particular, tienen efectos duraderos, pero incluso estos efectos no duran por siempre. Las políticas monetarias de fuerte apoyo también han ayudado. Es probable que por fin estemos en el final del "malestar" poscrisis.
En general, expone el WEO, "a menos que existan acontecimientos imprevistos, se proyecta que la recuperación continua y el cierre gradual de las brechas de producción mantengan el crecimiento modestamente por encima del potencial en numerosas economías avanzadas durante los próximos años". Entre las economías emergentes, el cambio radical experimentando por los exportadores de materias primas ha sido particularmente notable.
¿Qué pudiera entonces determinar la longitud y la fuerza de este repunte?
Una feliz historia se basaría en la idea de fortalecer la confianza y aumentar la inversión en las economías de altos ingresos y en las economías emergentes (con la notable excepción de China, donde se necesita disminuir el ritmo de inversión). Esto fortalecería el crecimiento de la productividad, ya que capital más nuevo y más eficiente reemplazaría la vieja y anticuada oferta de capital de hoy. Con la inversión productiva y el crecimiento potencial en aumento, también sería más fácil salir de la deuda.
Esa es una historia agradable. Por desgracia, está lejos de ser la única posibilidad. Podemos fácilmente identificar significativos riesgos negativos.
El primer grupo de riesgos de este tipo es político. La reacción en contra de una economía mundial abierta en los países de altos ingresos es real y, en el caso de la elección de Donald Trump, ya es significativa. Sin embargo, el creciente proteccionismo y la consiguiente desaceleración del comercio mundial no representan los únicos peligros. Un riesgo aún mayor lo representa un fracaso en materia de cooperación e incluso un conflicto abierto entre las grandes potencias.
El segundo grupo de riesgos es la nueva agenda política estadounidense. Probablemente, el mayor peligro es que las ambiciosas esperanzas de crecimiento económico se utilicen para justificar unas políticas fiscales excesivamente expansionistas y una política monetaria exageradamente laxa. En el corto y mediano plazo, esto pudiera generar una bonanza e incluso una reelección segura para Trump, como lo hicieron las políticas similares en el caso de Richard Nixon en 1972. A más largo plazo, esto pudiera ser extremadamente desestabilizador.
Un tercer grupo de riesgos, también estrechamente vinculado a la agenda de los republicanos, es la irresponsable desregulación financiera. Los efectos a corto plazo de eliminar los frenos de un sistema financiero inestable también pudieran ser positivos. Los de más largo plazo pudieran incluir una crisis aún más devastadora que la de hace una década.
Un cuarto grupo de riesgos se relaciona con la evolución de la economía china a largo plazo. A corto plazo, las autoridades tienen la capacidad de mantener el crecimiento en línea con los objetivos. Pero el crecimiento continúa dependiendo del crédito. A más largo plazo, las autoridades parecen tener la posibilidad de elegir entre una deuda cada vez mayor y un crecimiento mucho más lento. La forma en que los chinos manejen esta situación sigue siendo vital para las perspectivas económicas mundiales.
Un quinto grupo de riesgos surge en las otras economías emergentes. En particular, el impacto de la administración de Trump pudiera ser altamente desestabilizador a través del aumento de las tasas de interés y del aumento del valor del dólar estadounidense.
Un sexto grupo de riesgos se halla en Europa. Como observa el WEO, en las economías rezagadas de la eurozona, el persistentemente pobre desempeño económico pudiera combinarse con las debilidades del sector financiero para deprimir permanentemente la demanda y, por ende, el suministro. El país europeo más vulnerable a esta condición es Italia. Pero incluso Francia no está inmune. Mientras tanto, existe el riesgo de que un Brexit duro, o incluso caótico, acabe perjudicando sustancialmente la economía de Reino Unido.
Por último, existen factores políticos, aparte de la ascendencia de un demagogo derechista en Estados Unidos. El auge de la dictadura plebiscitaria en Hungría, Polonia, Rusia y Turquía no representa un buen presagio para sus economías. En Sudáfrica surgen preocupaciones no muy diferentes. La buena política depende de legisladores sensatos. El suministro de este último tipo no puede darse por hecho, especialmente en la actualidad.
La pregunta más importante entonces es si la política le brindará a la economía el apoyo necesario. Actualmente existe una razonable posibilidad de una recuperación cíclica, pero convertirla en algo más duradero significará lograr un delicado equilibrio. Los legisladores deben apoyar la inversión privada y la pública; fomentar la innovación; mantener economías abiertas y competitivas, y reducir las regulaciones cuando sean excesivas y mantenerlas cuando sean indispensables. Sin embargo, los legisladores también deben asegurarse de que los beneficios del crecimiento sean mucho más ampliamente compartidos que en el pasado.
El repunte representa una oportunidad. Si esto no se explota, pudiera resultar siendo apenas una irregularidad económica ascendente temporal, pero pudiera (y debiera) ser más que eso.
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