Donald Trump está muy orgulloso de su imprevisibilidad. Al presidente estadounidense le gusta presumir que —a diferencia de Barack Obama— no tiene intenciones de compartir sus planes con el mundo.
Pero, conforme Trump realiza su primer viaje al extranjero, el costo de su imprevisibilidad es cada vez más evidente. Muchos aliados de EEUU están en un estado de confusión y alarma. Los adversarios de EEUU, especialmente China y Rusia, están aprovechando el desorden para promover sus propios intereses.
El problema es que Trump es propenso a tratar a los países extranjeros como rivales comerciales conforme el presidente estadounidense practica el “arte de la negociación”. Pero cuando se trata de la diplomacia, la imprevisibilidad puede ser peligrosa, especialmente cuando estás tratando con aliados que necesitan que alguien asegure la coherencia de la visión global de EEUU. Estas naciones han creado sus propias estrategias globales basadas en su fe en la estabilidad y la constancia de EEUU.
Cuando Trump sugiere que los compromisos principales de EEUU —desde la OTAN hasta el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)— tal vez sean poco fiables, él está socavando la creencia de que EEUU mismo es fiable. Y ya que las alianzas encabezadas por EEUU son la base del sistema de seguridad internacional en su totalidad, es posible que resulte en la inestabilidad global.
El hecho de que Trump ha hecho afirmaciones tranquilizantes a sus aliados en Arabia Saudita e Israel esta semana —y posiblemente haga lo mismo en Bruselas— no puede eliminar la incertidumbre que ha creado hasta el momento.
De hecho el mundo está lidiando con tres niveles de incertidumbre con respecto a Trump. El primer nivel tiene que ver con las políticas del presidente. El segundo con su temperamento. El tercero con su durabilidad. Con todos los escándalos en Washington, han surgido dudas legítimas sobre si Trump seguirá en su cargo dentro de un año.
En el nivel de políticas, Trump ya ha cambiado de opinión vertiginosamente. En su viaje a Arabia Saudita, él dijo que el Islam es una “de las grandes religiones en el mundo”, cuando previamente había hecho un llamamiento para prohibir la entrada de todos los musulmanes en EEUU. Ha declarado que la OTAN es “obsoleta” y entonces ha afirmado que no lo es. Ha llamado a China un manipulador de la moneda y después ha cambiado de opinión.
Ha condenado las intervenciones humanitarias en el Medio Oriente y entonces ha lanzado misiles en contra de Siria para castigar el uso de armas químicas. Ha elogiado al Brexit y a la UE también. Su relación con Rusia sigue siendo un acertijo desconcertante.
Aunque los saudíes y los israelitas forman parte de un pequeño grupo de aliados de EEUU que estaban complacidos con la victoria de Trump, aun ellos están preocupados por las señales contradictorias de la Casa Blanca. Cuando Trump estaba realizando su campaña presidencial, él prometió erradicar el acuerdo nuclear con Irán, un acuerdo denunciado por Arabia Saudita. Pero a pesar de sus comentarios sobre Irán en Riad, hasta el momento Trump está cumpliendo con los términos del acuerdo. También había prometido que iba a trasladar la embajada de EEUU en Israel a Jerusalén, pero parece haber cambiado de opinión al respecto.
En ambos casos, el presidente estadounidense probablemente ha tomado una buena decisión al alejarse de la retórica insensata de su campaña; pero eso no altera la impresión —en EEUU y en el extranjero— de que no se puede confiar en las promesas de Trump.
Las preocupaciones sobre la personalidad y el temperamento de Trump aumentan con cada tuit desaconsejable que emite la Casa Blanca. Todos los aliados de EEUU seguramente se preguntarán si pueden confiar en un compromiso de su administración. Y si su presidencia se desploma, ¿qué precio habrá que pagar por haberse acercado demasiado a la Casa Blanca de Trump?
Conforme se suman las preguntas sobre el papel internacional de EEUU en la era de Trump, los rivales de la superpotencia se están aprovechando de la situación. Sergei Lavrov, el ministro de relaciones exteriores de Rusia, casi no pudo suprimir su alegría y su hilaridad durante su visita a Trump en la Oficina Oval. Rusia se está aprovechando del estado de confusión de Occidente para promover su posición en los Balcanes y el Medio Oriente.
El contraste entre el caos en Washington y la confianza en Beijing también es notable. Cuando la administración Trump estaba lidiando con las consecuencias del despido del director del FBI, James Comey, el presidente Xi Jinping estaba anunciando la iniciativa del Cinturón y la Ruta para invertir miles de millones de dólares en infraestructura a través de Eurasia, y recibiendo en la capital china a más de 100 países interesados en ser beneficiarios del proyecto. Si sólo mitad de los proyectos prometidos se ejecutan, crearán una red centrada en China que tendrá importantes consecuencias económicas y geopolíticas.
La riqueza, la visión a largo plazo y la confianza en el futuro de China fortalecerán la idea de un “siglo asiático”. En contraste, la presidencia de Trump amenaza con convertirse en un símbolo del declive occidental.
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