miércoles, 3 de mayo de 2017

Las reformas de Mauricio Macri son la mejor esperanza para Argentina



Tal vez se atribuya a la experiencia personal. América del Sur, a diferencia de Estados Unidos y Europa, parece haber rechazado el populismo. Argentina fue el primer país en hacerlo a fines de 2015 cuando, para sorpresa de todos, Mauricio Macri ganó la presidencia.

Macri es de centro en cuanto a la política, liberal con respecto a la economía y tiene una evidente conciencia social. El exempresario es un perfecto ejemplo del nuevo pragmatismo que ha surgido en la región, lo que ha sido un refrescante cambio que se aleja de la ideología, la corrupción y los malos manejos que han caracterizado a muchos de los populistas de la "marea rosa" que llegaron antes.

Sin embargo, últimamente Argentina enfrentó varios desafíos con la aparición de numerosas manifestaciones y huelgas. La manera en que Macri ahora maneje la turbulencia es importante para Argentina, país miembro del G20. Además, es crucial que sus políticas y acciones representen un modelo capaz de ser adaptado por reformadores de otras partes.

De hecho, es increíble lo popular que sigue siendo Macri. Él heredó una economía plagada de subsidios excesivos, sin acceso a crédito internacional, despojada de inversión, cargada de controles monetarios y con reservas cada vez más escasas. Su equipo económico se movió rápidamente; llegó a un acuerdo con los bonistas extranjeros para recuperar el acceso al crédito global; desmanteló los controles monetarios; y subió las tasas de interés para controlar la inflación. A pesar de haber pasado por una recesión, el índice de popularidad de su Gobierno sigue siendo de 50 por ciento.

Esto es un gran logro para un país que lleva un año bajo un programa de reajuste. Y es increíble dada la serie de tropiezos políticos que sufrió Macri, tales como la cancelación innecesaria de un feriado público. De hecho, su relativamente alto índice de popularidad se debe en parte a la impopularidad de su predecesora, Cristina Fernández. Ella sigue siendo la líder más visible de la oposición peronista, a pesar de las múltiples investigaciones de corrupción tanto de su desempeño como el de sus exministros.

Estos escándalos han ayudado a Macri desde el punto de vista político. Le han permitido presentar el futuro de Argentina como una elección binaria: un retorno al pasado con los peronistas, o un nuevo futuro con su partido, Cambiemos. La mayoría de los argentinos prefieren la visión de Macri. El 1 de abril, decenas de miles tomaron las calles, declarando: "No queremos volver al pasado". En contraste, una huelga general inspirada por los peronistas la semana siguiente, no contó con mucho apoyo. Las cruciales elecciones intermedias en octubre serán un referendo más decisivo.

Antes de que se lleven a cabo las elecciones, Macri necesita que aumente la sensación de bienestar de Argentina. Aunque terminó la recesión, muchos aún no han percibido los beneficios. La inflación elevada pero en baja redujo los salarios reales y el pueblo argentino está de mal humor. Para apaciguar los ánimos, Macri detuvo los recortes de gastos sociales y retrasó el recorte final de los subsidios domésticos. Esto le compra apoyo, pero también tiene un costo. El déficit fiscal, que se encuentra en 7 por ciento de la producción económica, está descontrolado y los niveles de deuda suben. Ambos factores han deshecho demasiados programas de reformas en el pasado.

Más o menos cada 12 años, Argentina (el reino de las promesas incumplidas) recibe una segunda oportunidad. Macri es una de ellas. Su Gobierno es la mejor esperanza que ha tenido el país en una generación. A pesar de algunos fracasos, sus logros han sido considerables. Su programa de reformas se merece apoyo e inversión internacional, incluyendo de parte de Estados Unidos y de Donald Trump.

Sin embargo, cuando Macri visitó al presidente Trump en Washington el jueves pasado, ambos líderes evitaron cualquier indicio del escándalo del conflicto de intereses que surgió en noviembre cuando el entonces presidente electo Trump supuestamente pidió Macri, un exsocio comercial, que aprobara la construcción de una torre de 100 millones de dólares en Buenos Aires. Tanto en casa como en Washington, Macri debe transitar por un delicado camino político.

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