domingo, 6 de noviembre de 2016

Freakonomics, esa búsqueda de respuestas a múltiples cosas

Próximamente, una revista académica de primer nivel publicará un trabajo en cuyas conclusiones se lee lo siguiente: "Fumar mucho a partir de los 18 años puede reducir la esperanza de vida en ocho años con relación a los no fumadores y en cuatro años con relación a aquellos que fuman menos de un paquete por día a partir de los 18 años. Dejar de fumar a los 30 años genera pocas diferencias de salud o mortalidad vis a vis con los no fumadores; en cambio, esperar hasta los 60 años para dejar de fumar tiene consecuencias graves para la salud”.

El trabajo mencionado aparecerá en el Journal of Political Economy y su autor es un economista Michael Darden, que no está solo: el Quarterly Journal of Economics, otra revista de primer nivel, publicó hace poco un trabajo sobre epidemiología viral de Jerome Adda (también economista).

Es cierto que ambos artículos discuten algún ángulo "económico” del problema. Pero los autores se meten de lleno en temas propios de la biología y la medicina. ¿Ahora las relaciones entre ambas están tomando nueva fuerza?

En una búsqueda rápida por los últimos números de las tres principales revistas de la profesión según los rankings conocidos (las dos ya mencionadas más American Economic Review) se encuentran artículos sobre cómo mejorar la calidad de la educación en el kindergarten, el ascenso de los nazis en Alemania, el crimen juvenil, los efectos de los reality shows sobre la maternidad adolescente o el extremismo político.

La llamada freakonomics ha explorado la corrupción en las luchas de sumo, las razones que hacen que los narcos vivan con sus madres, las consecuencias que genera la elección de nombres de los hijos o la influencia del aborto legal sobre el crimen.

Uno de mis ejemplos preferidos de esta tendencia es un trabajo sobre la "economía de los swingers” publicado en el Journal of Behaviour and Experimental Economics. Y como no me siento exento de este ardor, una de mis grandes ilusiones es poder enseñar algo parecido al curso Economics of Sex, Drug and Rock ‘n’ Roll, que dicta Simon Bowmaker en la New York University.

Una disciplina imperialista

El "imperialismo” que la economía ejerce sobre otras ciencias sociales es previo a esta tendencia. Por dar un ejemplo ilustre, hace décadas Gary Becker discutía sobre organización familiar, política, crimen o discriminación racial. Pero esos trabajos eran fundamentalmente teóricos.

Lo novedoso es que gracias a la amplia disponibilidad de todo tipo de bases de datos, el avance del big data, el gran poder computacional de los equipos de cálculo y el incesante progreso de la econometría ahora los economistas podemos hablar de todo lo que se mueve con un aparente rigor analítico del cual, en general (suponemos), los trabajos de otras disciplinas carecen.

Y aquí discrepo amistosamente de los argumentos de quienes sugieren que el trabajo empírico nos hará más humildes. Aun cuando ahora pongamos "los pies en el barro” del subdesarrollo (algo muy bienvenido), me temo que estas nuevas tendencias de la profesión, lejos de disminuir el aura de superioridad que los economistas creen tener sobre colegas de otras disciplinas, la ha acrecentado notablemente.

Más aún, ahora colonizamos también las ciencias naturales, según vimos más arriba. Así las cosas, me pregunto cuánto falta para que los economistas volvamos a casa. Porque el primer libro que Adam Smith escribió, nunca publicado en vida, fue una historia de la astronomía (donde usa por primera vez el término "mano invisible”, de hecho). ¿Para cuándo un paper de un economista sobre la órbita de Júpiter?

Ahora bien, más allá de si somos humildes o pedantes, algún lector podría decir que estoy pensando con una cabeza del siglo XIX y que hoy por hoy los límites entre disciplinas son cada vez más elásticos (y de última, siempre existe la interdisciplinariedad, aunque pocas veces la cultivamos). Por otro lado, todos los artículos empíricos antes mencionados hablan de conductas humanas y hechos sociales que, según desde donde los miremos, siempre tienen un costado "económico”.

Y estoy seguro que buena parte de estas excursiones empíricas fuera del ámbito tradicional de la economía realizan aportes valiosos para el avance del conocimiento. Admitido todo esto, digamos que mis problemas con esta tendencia son esencialmente dos: a) que está muchas veces motivada por la necesidad de los investigadores, en especial los jóvenes, de publicar en revistas de primer nivel, para lo cual tienen que utilizar metodologías empíricas de última generación; b) que en consecuencia muchas veces la elección de los temas se orienta no hacia aquellos que resultan relevantes socialmente, sino en función de la disponibilidad de bases de datos, la posibilidad de organizar experimentos aleatorios o el encuentro fortuito de un "experimento natural”.

Si los colegas no se enojan y se me permite un cierre provocador, diría que ya que los economistas no hemos podido resolver satisfactoriamente los temas que el resto del mundo espera que tratemos (las crisis económicas, el subdesarrollo, el desempleo, etcétera), nos hemos dedicado a estudiar problemas que nadie espera que tratemos y para los cuales no hemos recibido ningún entrenamiento en nuestra carrera.

No sabemos bien cómo hacer que haya menos personas o países pobres, pero sin dudas podemos decir mucho sobre por qué la gente es más o menos feliz... Goodbye Freud, Hello Freakonomics.

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