Este moderado crecimiento se debe a la sostenida desaceleración del crecimiento de los países emergentes, que después de alcanzar una tasa de crecimiento del PIB de 7,5% en 2010, registró en 2015 una tasa de 3,7%, reduciendo a la mitad la velocidad de la locomotora de las economías emergentes con efectos de contagio en el resto del mundo, como se observa en el gráfico.
Adicionalmente, esta desaceleración es sincronizada en las principales economías emergentes, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), y se propaga al resto de emergentes y países en desarrollo.
El Banco Mundial estima que un punto porcentual (1%) en la declinación del crecimiento del PIB de los BRICS está asociado a un menor crecimiento del producto mundial en 0,4%, en el resto de emergentes a un menor crecimiento de 0,8% y de 1,5% en países denominados frontier markets o "mercados pre-emergentes”, que incluye a países pequeños en tamaño y con menor grado de desarrollo financiero.
Las causas de esta desaceleración son múltiples, con una mezcla de factores externos, como la debilidad del comercio mundial después de la crisis financiera y factores internos, como la reducción del crecimiento de la productividad y una "crisis relacionada con los estímulos a la inversión”. Adicionalmente, se añaden factores estructurales y cíclicos, con lo que el Banco Mundial estima que un tercio de la desaceleración del crecimiento entre 2010 y 2014 ha sido contribuida por factores estructurales, lo que significa que su corrección no se puede hacer en un corto plazo.
Los mecanismos de contagio o de transmisión son básicamente el canal del comercio, consistente en una menor demanda por importaciones; y el canal financiero, expresado en menores flujos de capital.
Pero el informe del Banco Mundial pone énfasis en el canal de los commodities, concentrado en la disminución de la demanda de materias primas por parte de las economías emergentes, en particular China, que se expresa en la caída de los precios internacionales de los productos básicos de exportación de las economías en desarrollo.
Así pone, por ejemplo, que el rápido crecimiento de la producción industrial de China, a principios de siglo, fue acompañado de un fuerte crecimiento de la demanda de metales y combustibles. Virtualmente, el incremento de la demanda global de metales y más de la mitad del incremento de la demanda de combustibles entre 2000 y 2014 fue originada en China.
También el informe incluye un nuevo mecanismo denominado "canal de confianza”, que expresa el sentimiento del consumidor y de los negocios para explicar la severa sincronización de la desaceleración. Sin embargo, a mi juicio, este tipo de contagio es más difícil de cuantificar y el problema es justamente determinar cómo reaccionan o se contagian los mercados, pues éstos no son conceptos abstractos sino tangibles y se expresan en la reacción en rebaño de los grandes bancos, empresarios y corporaciones.
Así, la primera crisis de los reyes magos financieros fue a principios de enero con la caída de 15% y dos suspensiones de la Bolsa de Shangai, que aunque tiene poco peso provocó una caída del 6% en Índice Global de las bolsas.
Esta caída estaría asociada a la "sensación” negativa en los mercados de que China podría devaluar aún más su moneda, después de una depreciación del yuan chino de sólo 1,2% desde fines de diciembre y debido a temores de que se está desacelerando su economía más rápido de lo pronosticado.
Así, el Caixin General Manufacturing PMI o Índice de Producción Manufacturera bajó en 0,8% al disminuir de un nivel de 48,6 en noviembre a 48,2 en diciembre de 2015, siendo que una lectura debajo de 50 indica contracción.
En síntesis, la caída de la bolsa de valores de Shangai asociada a la depreciación del yuan de 1,2% y una disminución de la actividad manufactura (PMI) en 0,8% han inaugurado el casino financiero de 2016.
(*) El autor es economista y expresidente del Banco Central de Bolivia.
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