En el caso del PIB anual es más fácil encontrar estos cambios que en la observación de datos del PIB trimestral, puesto que tienen una mayor volatilidad. Ése es el caso de la tasa de crecimiento del PIB en EEUU, que en el primer trimestre de 2015 fue de 0,2% con respecto al trimestre precedente, es decir al cuarto trimestre de 2014. Algunos analistas ya emitirán juicio sobre un posible estancamiento; sin embargo, no es tan así.
En el gráfico se observa su comportamiento trimestral en relación con el trimestre anterior y se ve claramente que la tasa de variación del PIB fue cercana a cero, pero mayor a la caída del 2,1% que tuvo en el primer trimestre de 2014. Por tanto, si se compara por igual periodo del año anterior, tendríamos paradójicamente que la economía de EEUU, por el contrario, creció en un 3%, una de las tasas más altas de los últimos años y que no estaría por tanto cerca del estancamiento.
Al investigar las causas de este crecimiento del PIB, encontramos que el impulso privado en consumo y en inversión fue el que más contribuyó, en comparación con el impulso del sector público que fue cercano a cero. Al parecer los gastos del Gobierno, en especial los gastos militares, ya no serían el motor del crecimiento.
En relación con el comercio exterior, el dato relevante es que si bien crónicamente EEUU registra saldos desfavorables, el déficit comercial en bienes y servicios subió un 43% al aumentar a 51.400 millones de dólares en marzo, desde 35.900 millones de dólares en febrero, como consecuencia de un mayor dinamismo de las importaciones, que se incrementaron en 17.100 millones más que en febrero. Parece que el dólar fuerte, que se habría revalorizado un 12%, está acentuando más el déficit comercial y afectando sus exportaciones.
El responsable principal de este déficit es China al incrementarse su saldo desfavorable de 10.500 millones de dólares a 37.800 millones en marzo. Le siguen más atrás los déficits comerciales con la Unión Europea (11.000 millones de dólares), Japón (6.300 millones), México (4.800 millones) y su aliado de Corea del Sur (2.600 millones de dólares).
El tipo de cambio juega un rol importante en este ajuste externo, como en el caso de la depreciación del euro, mientras que en el caso de China, Obama no tendría argumentos para cuestionar su política cambiaria, porque es el dólar el que se está fortaleciendo y provocando desequilibrios no sólo cambiarios, sino financieros y en el mercado de commodities, como en el caso de la caída de los precios del petróleo.
Estados Unidos estaría haciendo su propio ajuste, como muy bien dice Óscar Ugarteche (www.obela.org), retirando su liquidez interna a través de la Reserva Federal, sin aumentar ni un punto básico su tasa de interés, haciendo atractivos sus mercados financieros que están en pleno auge y tratando de "contrapesar con mayores déficits externos si el mundo está dispuesto a recibir dólares que se aprecien”.
Lo curioso en este contexto es que la reacción de la mayoría de los bancos centrales en América del Sur ha sido de depreciar sus monedas sin que hayan disminuido sensiblemente sus reservas internacionales, como consecuencia de una esperada salida súbita de capitales, que no se dio finalmente, ante la amenaza de aumentos en las tasas de interés internacionales desde mediados del año pasado. Si bien se dio una sensible caída en los precios de los commodities desde 2012, no se justificaba la virulencia de las depreciaciones en México, Brasil y Chile.
Resulta que los bancos centrales están reaccionando peor o igual que en la crisis financiera de 2008, con medidas unilaterales sin una coordinación ni siquiera bajo la tutela del FMI y, menos, en sus propios mecanismos de coordinación, como en el caso del Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR), las reuniones en el marco del Mercosur y a nivel de ALADI.
Pareciera que en materia de integración o por lo menos coordinación financiera no se ha avanzado y la mayoría mira hacia el país del Norte y a sus propias narices.
* El autor es economista.
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