Por ahora, las encuestas muestran que los argentinos están dando el beneficio de la duda al ambicioso programa de reformas que ha propuesto el exempresario millonario, conforme intenta revertir las políticas populistas de su predecesora, Cristina Fernández.
Pero conforme el pueblo argentino siente los efectos de la pobreza debido al incremento de la inflación y los inversores muestran su preocupación con respecto a la habilidad de Macri para implementar las reformas, el apoyo inicial que recibió su Gobierno hace siete meses corre el riesgo de diluirse.
Una encuesta realizada, el 25 de agosto, por la consultora Management & Fit mostró que Macri tiene un índice de aprobación de 43 por ciento, el cual sigue siendo sólido, pero caído de su nivel más alto de 51 por ciento en marzo.
“Yo pensé que el cambio mejoraría las cosas, pero ahora a mí me va peor que antes”, dijo Olga Faletti, de 68 años de edad. “Los precios en el supermercado siguen subiendo y mi pensión no cubre mis gastos”.
Es un reto que enfrentan todos los Gobiernos reformistas: cómo convencer a los votantes domésticos e inversores internacionales que tengan paciencia mientras esperan que las nuevas políticas reformistas den fruto.
“El cambio no es fácil”, admite Marcos Peña, jefe de Gabinete de Ministros del presidente, en una conferencia de inversores en Buenos Aires.
Lograr el cambio está resultando ser aún más difícil en Argentina, donde el Gobierno de Cristina Fernández implementó una serie políticas insostenibles, como las enormes subvenciones energéticas, las cuales fueron muy populares pero que drenaron el erario público.
“Macri está haciendo todo lo posible para salir del embrollo que dejó la administración previa”, dijo Roberto Lemos, agente de bienes raíces de 44 años de edad. “No sé si cuatro años es suficiente para arreglar las cosas”.
Uno de los retos políticos que enfrenta el nuevo Gobierno es determinar cómo presentar las actuales estadísticas económicas, cuando la gestión de Fernández recibió sanciones del Fondo Monetario Internacional por publicar estadísticas engañosas.
El 23 de agosto, Indec, la renovada agencia de estadísticas, indicó que el desempleo había alcanzado 9,3 por ciento en el segundo trimestre, pero insistió en que ese número no podía compararse con el índice de desempleo de 6,6 por ciento del año anterior.
La falta de estadísticas también impulsa los rumores sobre el aparente enfriamiento de las relaciones entre Buenos Aires y el papa Francisco. Aunque el Vaticano y el Gobierno han negado que existe una fisura entre ellos, el Pontífice argentino tiene una enorme preocupación por los pobres; el índice de pobreza ha aumentado cuatro puntos desde el año pasado y ahora incluye a 34 por ciento de la población, según un estudio de la Universidad Católica Argentina.
Otro reto es convencer a los inversores internacionales de que el país está cambiando. En lo que va del año, se han anunciado nuevos proyectos con un valor de 33 mil millones de dólares, lo que es una señal del intenso interés de los inversores en la historia de recuperación de Argentina.
Sin embargo, durante el primer semestre de 2016 estas promesas sólo se han traducido a 1,3 mil millones de dólares de inversión extranjera, casi dos veces el nivel de 2015, pero sólo 0,3 por ciento del producto interno bruto, según Ecolatina, una empresa de consultoría.
“La inversión privada no ha surgido al ritmo que se esperaba”, dice Gerardo Mato, director de la banca global de HSBC para las Américas. “Desde el punto de vista de los inversores, la administración ha cambiado, pero el país sigue siendo el mismo”.
Un ejemplo reciente del tipo de retos institucionales que enfrenta Macri fue la decisión de la Corte Suprema, que emitió un fallo que exige que el Gobierno elimine los incrementos de las tarifas energéticas, que son la base de sus intentos por reducir un déficit fiscal pronosticado a ser 5 por ciento del PIB.
A pesar de que el incremento de las tarifas podrá realizarse después de la consulta pública que debe terminar a mediados de septiembre, el fallo “ejemplifica las dificultades a las que se enfrenta Macri para gobernar al país en los años venideros”, aseveró Stratfor, la empresa de consultoría de riesgo.
Mientras tanto, Argentina se ha convertido en un juego de espera política conforme el Gobierno espera que la historia que ha contado (que la vida en Argentina mejorará y que la economía crecerá el próximo año) se vuelva realidad.
Hasta la fecha, la inflación, la cual en agosto debe reducirse a la mitad (1 por ciento) es el único éxito indiscutible del nuevo Gobierno, pero los escándalos con respecto a la corrupción de oficiales prominentes de la administración de Fernández también han ayudado al Gobierno de Macri. Los escándalos (que incluyen el arresto del exdirector de Obras Públicas por intentar enterrar 9 millones de dólares en un convento) han expuesto las fallas del Gobierno de Fernández y han fracturado al partido de oposición peronista.
“Bajo Fernández, conforme más transcurría el tiempo, más evidente era que la historia que ella estaba contando estaba basada en mentiras”, dijo un asesor del Gobierno. “Bajo Macri, es todo lo contrario: entre más tiempo pase, más personas se darán cuenta de que lo que él dice es verdad. Es una nueva manera de gobernar”.
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