El Fondo Monetario Internacional (FMI) emitió a fines de julio su informe sobre las consultas con China en el marco del artículo IV, referente al monitoreo económico y financiero. Si bien llama la atención las proyecciones de las tasas de crecimiento del PIB de China, no hace sino confirmar lo que este país estuvo reiteradamente señalando hace tiempo sobre una desaceleración planificada de su economía, como resultado del cambio de los motores de dinamismo del crecimiento; de la inversión al consumo y de la industria a los servicios. Sin embargo, lo que hacen los medios es amplificar su impacto cada vez que se anotician de unas tasas más baja de crecimiento del PIB.
La evolución del crecimiento del PIB entre 2011 a 2015 y sus proyecciones hasta el 2021 se presentan en el Gráfico 1, donde se observa, la elevada tasa de crecimiento del PIB en 2011 de 9,5% para posteriormente declinar en forma consecutiva entre 2012 a 2015 a una tasa promedio anual del 7,5%, hasta arribar a 2015 con un crecimiento económico del 6,6%, equivalente a 3 puntos porcentuales del nivel de partida en 2011.
Este cambio de ritmo tuvo su impacto principalmente en los precios de los minerales y metales que justamente empezaron a declinar a partir del 2011, dando lugar a la primera fase del shock externo adverso de los commodities. Recordemos que China participa con el 50% del consumo mundial de metales y que su dinamismo incidió en su crecimiento en los pasados 15 años como se observa en el gráfico 2.
La contribución de China en el crecimiento del consumo mundial de metales empezó a ser significativa al inicio de este siglo, mientras que la incidencia de los países avanzados, agrupados en la Organización de Cooperación Económica para el Desarrollo (OECD por sus siglas en inglés), fue cada vez menor e incluso negativa en varios años, especialmente entre 2007 a 2009 con la gran crisis financiera y de contracción del comercio. Empero, este crecimiento del consumo de China empezó después de 2011 a desacelerarse hasta estancarse en 2013, para de nuevo recuperar su dinamismo en los dos últimos años.
La participación de China en la demanda mundial de petróleo es del 12% y no fue la culpable de su desplome que dio lugar a la segunda fase de caída de los commodities a mediados de 2014, puesto que los factores estuvieron asociados al exceso de la oferta de petróleo no convencional y a la caída de la demanda de los países avanzados de la OECD. Sin embargo, se prevé que en 2016 el crecimiento de su demanda doméstica de petróleo será más débil que en 2015 y su consumo crecería a un ritmo lento de 2%.
Para el periodo 2016 a 2021 el FMI proyecta una tasa promedio anual de crecimiento del PIB de 6,1% y se espera arribar al año 2021 con un 5,8%, que sería un punto porcentual menos que la alcanzada el 2015. Estas tasas no permiten esperar en un mediano plazo el retorno a la fase de auge de los precios de las materias primas sino, al contrario, nos invita a prever la continuación de la tendencia actual, por lo que es una señal de la necesidad de aplicar medidas que atenúen el impacto de este shock externo adverso.
China tiene su onceavo Plan Quinquenal con el objetivo de re-balancear su economía, por lo que es una desaceleración planificada, especialmente en las industrias intensivas en commodities, pero que se da en un contexto de una débil demanda externa y una lenta recuperación del comercio mundial.
La respuesta del país también debería ser planificada en el contexto externo adverso, con un manejo programado del tipo de cambio, del financiamiento externo y, especialmente, en el rebalanceo entre inversión pública y privada. El lograr tasas de crecimiento del PIB menores a las deseadas no debe entenderse como un fracaso y más bien debería implicar un mejor manejo de los recursos fiscales, que ahora sí parecen ser escasos, comparados con los años del boom.