martes, 11 de octubre de 2016

La economía mundial registra un movimiento lateral

1.6 por ciento considera un esperanzado FMI que crecerán las economías de América Latina en 2017.

7.6 por ciento se espera que crezca la economía de la India este y el próximo año, la más alta entre las principales del mundo.

En días pasados, medios internacionales informaron que el Fondo Monetario Internacional (FMI) alertó del estancamiento, sobre todo en las economías avanzadas, porque “pueda alentar más las llamadas populistas para restringir el comercio y la inmigración”. Las alarmas tienen que ver con Donald Trump, pero no solo sobre él y EEUU. El crecimiento mundial continúa siendo débil, dice Maurice Obstfeld, profesor en la Universidad de California y actualmente economista jefe en el FMI, que el domingo cerró su reunión anual con el BM.

La reanudación del crecimiento sólido, sostenible, equilibrado e inclusivo que los líderes del Grupo de los Veinte solicitaron en Hangzhou en septiembre aún es esquiva. El crecimiento mundial sigue siendo débil, aun cuando no se observa una desaceleración apreciable en el último trimestre. En el nuevo informe sobre las Perspectivas de la economía mundial (informe WEO) se prevé una desaceleración en el grupo de economías avanzadas en 2016, que se compensa con un repunte en las economías emergentes y desarrollo. En conjunto, la economía mundial ha registrado un movimiento lateral. Si no se adoptan políticas enérgicas para respaldar la actividad económica a corto y largo plazo, existe el riesgo de que se perpetúe un crecimiento magro en torno a los niveles recientes, debido a las fuerzas económicas y políticas negativas que está desencadenando.

Proyectamos un crecimiento del producto mundial de 3.1% en 2016 y 3.4% en 2017, como a principios de julio, poco después del voto en el Reino Unido a favor de abandonar la Unión Europea, el denominado “brexit”. Sin embargo, dentro de este panorama general, hemos revisado ligeramente a la baja las proyecciones para 2016 con respecto a las economías avanzadas, mientras que hemos revisado al alza las del resto del mundo. Las perspectivas para 2017 para ambos grupos de países no muestran cambios. A mediano plazo, si bien esperamos que en las economías avanzadas el crecimiento siga una trayectoria decepcionantemente baja, en las economías de mercados emergentes y en desarrollo se registraría una aceleración a medida que los principales países cuya economía se está contrayendo se estabilicen y retomen sus trayectorias de crecimiento a largo plazo.

Incluso este panorama más detallado oculta importantes diferencias dentro de los grupos de países. En EEUU la tasa de crecimiento ha sido menor de lo esperado en 2016, pero se compensó en parte con tasas ligeramente más altas de lo esperado en Europa y Japón. Fuera de las economías avanzadas, a las economías emergentes de Asia les ha ido mejor, en tanto que en su conjunto la economía de África subsahariana se ha visto afectada negativamente por la situación en los grandes exportadores de materias primas, pese a que una serie de países más pequeños se ven beneficiados por el abaratamiento de las materias primas.

¿Por qué no podemos darnos por satisfechos con las tasas de crecimiento recientes? Si no hay cambios en otros aspectos, la tendencia a que el producto mundial se desplace de las economías maduras y de crecimiento relativamente lento hacia las economías emergentes y en desarrollo debería elevar la tasa de crecimiento mundial a lo largo del tiempo. Pero no es eso lo que ha ocurrido.

En comparación con los promedios de 1998-2007, actualmente se proyecta que el crecimiento potencial a largo plazo será menor en todas las regiones, y las tasas de crecimiento actuales son aún más bajas en gran parte del mundo, sobre todo en las economías de mercados emergentes y en desarrollo. Es cierto que parte de este declive del crecimiento a largo plazo obedece a las tendencias demográficas y a fenómenos del período anterior imposibles de sostener: la explosión inicial de la productividad debido a la revolución de la tecnología de la información y las comunicaciones, el fuerte crecimiento de China y un ciclo de expansión financiera mundial que culminó en una grave recesión de alcance internacional.

Aun así, persisten brechas del producto negativas generalizadas, y la crisis ha dejado como legado un cóctel de factores (fuerte sobreendeudamiento, préstamos en mora en los libros de los bancos, presiones deflacionarias, baja inversión y erosión del capital humano) que interactúan entre sí y siguen deprimiendo los niveles de crecimiento potencial.

Debido a que los inversores y los consumidores pueden actuar con mayor cautela cuando temen que el crecimiento del ingreso se estanque por más tiempo, el crecimiento efectivo también puede disminuir.

Estos mecanismos autovalidantes podrían revertirse si la demanda mundial fuera mayor. Pero hasta ahora la respuesta a través de las políticas ha sido desequilibrada y se ha basado en exceso en los bancos centrales. Los mercados temen que no haya margen para que las políticas contrarresten el próximo gran shock económico negativo.

A esto se suman las repercusiones políticas de un crecimiento persistentemente bajo. El hecho de que la recuperación de la crisis haya sido lenta e incompleta afecta especialmente a aquellos países donde la distribución del ingreso sigue favoreciendo en gran medida a los grupos de ingresos más altos, lo cual deja poco margen para que progresen los grupos de menores ingresos. La consecuencia en algunos países más ricos ha sido un movimiento político que culpabiliza a la globalización de todos los males y de alguna manera busca amurallar la economía frente a las tendencias mundiales en lugar de entablar un diálogo en cooperación con las naciones extranjeras. El brexit es solo uno de los ejemplos de esta tendencia.

En resumen, el crecimiento ha sido demasiado bajo durante demasiado tiempo, y en muchos países los beneficios de ese crecimiento se han concentrado en muy pocos, generando repercusiones políticas que probablemente depriman aún más el crecimiento mundial.

Desigualdad, riesgo económico y social

El Fondo Monetario no nació —hace más de 70 años, en la conferencia de Bretton Woods— para preocuparse de asuntos como la desigualdad económica y social. No forma parte de su mandato original, ni ha estado entre sus desvelos hasta hace pocos años.

Pero el asunto de la equidad ha ido ganando cada vez más peso en la institución —para escándalo de los halcones de la casa, según cuentan varios técnicos y extécnicos—.

Con el objetivo de poder entrar en ello, la institución ha asumido la distribución de la renta como un asunto clave de la estabilidad macroeconómica y de su balanza de pagos, conceptos que sí están en el corazón de su mandato.

Así, el informe anual del FMI de 2016 convierte la desigualdad en un área prioritaria de trabajo para el próximo año, equiparándolo al nivel de los análisis sobre el sector financiero o los riesgos fiscales.

Primero, el asunto de los desequilibrios sociales entró en el ámbito de la investigación y en 2015 los incorporó en nueve de los exámenes anuales que hace de la situación económica de los países (las revisiones enmarcadas en el llamado Artículo IV), como prueba piloto. La práctica de extenderá muchas más economías en 2016 y 2017. Porque la desigualdad, en sí misma, lastra el crecimiento.

Fuente: El País de Madrid

No hay comentarios:

Publicar un comentario