Es alentador que el país haya saldado sus deudas internacionales pendientes y resuelto sus demandas y que el nuevo Gobierno reformista aún mantenga un índice de popularidad superior al 50 por ciento.
El vecino, Brasil, que es tan importante para la economía argentina, tocó fondo y está empezando a recuperarse, al menos en cuanto a los mercados de valores. A pesar de todo, Argentina sigue siendo la tercera mayor economía de América Latina, y ha sido bendecida con abundantes recursos naturales. Los mercados emergentes en general también están disfrutando de un repunte del ciclo económico. Si alguna vez hubo una oportunidad de crecimiento, parece ser ésta.
Ése fue el mensaje de una nueva ofensiva seductora la semana pasada, cuando el presidente Mauricio Macri y su equipo se reunieron con inversionistas en la Bolsa de Nueva York, en una conferencia del Financial Times sobre "La Nueva Argentina". A juzgar por la multitud que atrajo, hay muchísimo interés.
Y sin embargo Argentina, tristemente, ya ha estado antes en esta posición. Su inestabilidad política y su gusto por el populismo, los impagos y las devaluaciones, hacen que los inversionistas sean cautelosos.
La oportunidad de Argentina, y su mayor riesgo, vienen a ser lo mismo. Después de años de aislamiento, ahora tiene un sistema financiero que es demasiado limitado para una economía de su magnitud. Los activos bancarios, al 35 por ciento del PIB según SNL, son diminutos comparados con los de Chile o Brasil (aproximadamente el 130 por ciento), o incluso los de Colombia o Perú (66 y 70 por ciento, respectivamente).
El volumen en la bolsa de Buenos Aires es minúsculo. Se realizaron 156.000 operaciones por día el mes pasado, ni siquiera el 1 por ciento de los 20,2 millones que se realizan diariamente en su vecino, Brasil, y menos de la mitad del volumen que se realiza en Chile, con una economía más pequeña.
Los mercados locales de valores son pequeños, y gracias a la última administración no se benefician de las vastas reservas de capital que han generado los planes de pensiones privadas patrocinados por el estado en Chile, Perú, México y Colombia. Todos esos países han adoptado planes en los que los trabajadores deben contribuir al plan de pensiones.
Para 2014, según cifras de la OCDE, esto había generado activos totales de pensiones bajo gestión de 195,5 mil millones de dólares en México y 165,5 mil millones en Chile. Las reservas de capital de Colombia y Perú suman un total de 63,7 mil millones y 38,3 mil millones de dólares, respectivamente. Argentina también adoptó este tipo de sistema de pensiones, pero lo abandonó en 2008 a favor de un sistema estatal de reparto. Esto hace que sea mucho más difícil desarrollar un mercado de valores local.
Si la economía argentina se logra estabilizar, la oportunidad es obvia. Los mercados se profundizarán inevitablemente, el sistema financiero se expandirá y aquellos que invirtieron antes se beneficiarán.
El riesgo es igualmente obvio. Con tan poco volumen y tan poca liquidez, no habrá manera de escapar si las cosas salen mal. Las ventajas son grandes, pero también lo son las desventajas.
Los riesgos son casi totalmente políticos. Si se puede persuadir al pueblo argentino de que se mantenga por el camino que por el momento implica una inflación de dos dígitos y una recesión, entonces la ampliación de los mercados será casi inevitable. La cuestión de si la gente va a permitir que esto ocurra es un riesgo político, exactamente del tipo que a los inversionistas no les gusta correr.
Por el momento, ésta parece ser la situación ideal para que las instituciones a largo plazo se beneficien, mediante el capital privado. Aquellas con una perspectiva a corto plazo tienen la posibilidad de obtener una alta rentabilidad, pero viene acompañada de un gran riesgo.
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