Ése es ciertamente el caso de los mercados de capitales latinoamericanos. A mediados de la década de 2000, cuando comenzó el "superciclo de las materias primas", los mercados de capitales del hemisferio se embarcaron en un maravilloso período alcista.
Un caso emblemático de esta situación fue el de Petrobras, la compañía brasileña de energía que en 2010 emitió 60 mil millones de dólares en acciones en la oferta de capital accionario más grande que jamás haya habido en el mundo. Sin embargo, el mes pasado Petrobras tuvo que cancelar lo que debería haber sido una colocación de deuda rutinaria de 790 millones de dólares.
Las razones para el dramático aumento y reducción de la confianza en relación con los mercados emergentes son bien conocidas. Es posible que las tasas de interés estadounidenses estén a punto de subir. Los auges de crédito para los consumidores locales se han esfumado. Todavía más importante, el auge de los precios de las materias primas desapareció a la vez que la economía de China se desaceleraba. Y peor aún: incluso si las tasas de interés estadounidenses permanecen iguales, sería debido a que la deflación se está extendiendo a nivel mundial desde Asia. Esto podría perjudicar los precios de las materias primas así como otros precios, disminuyendo más los "espíritus animales".
Aunque unas políticas monetarias más suaves en China o Europa ofrezcan algún alivio, "la tendencia a más largo plazo para los activos de riesgo se asemeja a una pelota de ‘ping-pong’ rebotando por las escaleras", señala Stuart Kirk, un estratega de Deutsche Bank.
Por supuesto, Latinoamérica ha estado anteriormente en esta situación. Las economías de la región son propensas a altibajos. Esto significa que muchos emisores también saben cómo lidiar con la volatilidad. Así es que, incluso si esta recesión es repentina, no es el fin del mundo, a pesar de que puede parecer así a los prestatarios latinoamericanos sobre apalancados.
De la misma forma en que Glencore (la compañía mundial de materias primas) está reduciendo las deudas por medio del aumento de capital y de la venta de activos (incluyendo dos minas de cobre en Chile), numerosas empresas latinoamericanas ahora tienen balances inadecuados para un mundo de materias primas de menor precio, de monedas depreciadas y de un más lento crecimiento.
Las degradaciones crediticias están ocurriendo con rapidez en las compañías concentradas en materias primas, sobre todo en Brasil, donde la desaceleración se ha agravado por un escándalo de corrupción en Petrobras equivalente a 2 mil millones de dólares y por el creciente riesgo de que el país pierda su calificación de grado de inversión. Un aumento en los préstamos a los consumidores vencidos también está teniendo una influencia negativa sobre los resultados de los bancos a la vez que aumenta el desempleo.
Sin embargo, nada de esto significa que la actividad de los mercados de capitales latinoamericanos esté a punto de detenerse; más bien significa que habrá una menor cantidad y que va a tomar diferentes formas.
Una gran parte de la desaceleración de Latinoamérica se debe a la relativa parálisis de los mercados brasileños. Al momento de escribir este artículo, sólo había una oferta pública brasileña inicial este año.
Pero esta situación está muy lejos de la de los miembros más fiscalmente prudentes y más financieramente integrados de la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, Perú y México), los cuales tienen industrias de fondos de pensiones nacionales de rápido crecimiento que siguen acumulando dinero que debe invertirse.
Existen quizá cuatro áreas que probablemente permanecerán ocupadas durante el próximo año.
En primer lugar, numerosos balances corporativos sobre apalancados necesitarán modificaciones, tal vez a través de la obtención de capital. La deuda corporativa no financiera de los mercados emergentes se encuentra actualmente en 24 billones de dólares (según el Instituto de Finanzas Internacionales, IIF, por sus siglas en inglés) en gran parte adquirida por los prestatarios chinos, rusos, brasileños y mexicanos cuando sus monedas eran fuertes, las tasas de interés bajas y los precios de materias primas altos.
Las depreciaciones monetarias pueden afectar negativamente a los países que no cuentan con mercados de intercambio donde las deudas en moneda extranjera pueden cubrirse. Desde el comienzo de este año hasta octubre, hubo 17 nuevos impagos corporativos por parte de mercados emergentes, de entre 81 a nivel mundial, la mayor cantidad desde 2009. Más preocupante que los efectos cambiarios, sin embargo, es el aumento de las amortizaciones de deuda a partir de 2017, cuando se espera que los pagos anuales se dupliquen a 120 mil millones de dólares al año.
En segundo lugar, las naciones soberanas seguirán recaudando fondos. Un emisor activo, después de una larga ausencia, puede ser Argentina. Si el nuevo presidente logra resolver un antiguo caso judicial con los acreedores no aceptantes, los cuales han eficazmente excluido al país de los mercados internacionales, Credit Suisse estima que Argentina podría recaudar hasta 20 mil millones de dólares en los mercados internacionales.
Otros prestamistas, como China, también puede que intervengan. Aunque Beijing ha reducido sus permisivas prácticas de préstamos en la región, aún conserva una presencia activa. En octubre, Bolivia declaró que había firmado una línea de crédito de 7 mil millones de dólares para una serie de inversiones en infraestructura. Petrobras también continúa utilizando a los prestamistas chinos.
En tercer lugar, es probable que ocurran incrementos repentinos de fusiones y adquisiciones oportunistas, principalmente porque los precios de venta han caído abruptamente debido a que las monedas se han desplomado a mínimos no vistos en más de 10 años, mientras que muchos mercados de valores (con México siendo una notable excepción) han vuelto a niveles vistos por última vez durante la crisis financiera de 2008-09.
La compañía Marriott Hotels, por ejemplo, planea triplicar su presencia en Brasil durante los próximos dos años. Los tratos globales canalizados a través de filiales locales (como puede que suceda con la adquisición de la cervecera SABMiller por parte de AB InBev valorada en 100 mil millones de dólares) también podrían impulsar la actividad local.
Por último, las apremiantes necesidades de infraestructura deben financiarse. Las primeras etapas del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México se financiaron con un préstamo bancario sindicado de 3 mil millones de dólares (el más grande en la historia de México) con emisión de bonos posteriores que se espera que alcancen hasta 6 mil millones de dólares.
El año que viene probablemente será difícil. Latinobarometro, una firma encuestadora, aseguró que la mitad de los latinoamericanos cree que las mejoras de la última década son permanentes. A los Gobiernos les será difícil lidiar con tales expectativas, como lo demuestra la intensificación de la crisis de Venezuela.
La gobernanza corporativa también necesita mejorar si la región desea atraer capital extranjero. En un caso reciente, los accionistas minoritarios se opusieron a una fusión entre dos grandes embotelladoras de Coca-Cola, una de Perú, la otra mexicana. El IIF resume las perspectivas inmediatas de la región muy bien. Después de las palabras "deuda" y "deflación" sigue la palabra "fragilidad".
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